Hace más de una década se suponía que el 3D iba a ser la revolución de la animación... y acabó, más bien, cavando su tumba (el cierre de los estudios Disney de animación "tradicional" pareció ser la escritura del epitafio en este proceso, por mucho que luego los reabrieran). Hace no demasiado, con motivo del estreno de Up, leí en algún sitio que "el 3D iba a ser la revolución de la animación". Y tuve un deja-vu. Pero, ¿no habíamos pasado ya por esto? Tardé unos segundos en darme cuenta de que el 3D al que se refería el texto no era el 3D de hace unos años. Esto es nuevo. O no. Es el 3D de las gafitas y los sustos en las sillas. A día de hoy, todos ya habremos visto una o dos pelis con esta tecnología y la gran mayoría habremos soltado varios "no es para tanto". Pero reconozcamos que dos de las películas "avanzadilla" de esta técnica (hasta que llegue el Avatar de Cameron y mande todo lo previo a tomar por saco), Up y Ice Age 3, han puesto sobre el tapete un tema de discusión más que interesante: ¿qué es nuevo y qué es viejo en este ultimísimo cine en 3D? Permitidme decir, de entrada, que Up es un viejo-nuevo film de animación, mientras que Ice Age 3, por el contrario, es más bien un nuevo-viejo film de animación. ¿Que esto suena a galimatías? Pido perdón por adelantado si resulta snob hablar de cine infantil en estos términos...
NUEVA-VIEJA ANIMACIÓN: Ice Age 3. Abordemos primero el film "menor" en esta dicotomía. Porque hay que dejarlo claro desde el principio: por muy grande que sea el cariño atesorado hacia estos personajes en sus anteriores films, es inevitable pensar que la cosa ya no da para mucho más... La repetición de la misma fórmula durante tres films es más que suficiente y alguien debería animar a los de Blue Sky a mover ficha hacia nuevos territorios. La cuestión es que Ice Age 3 también hace pensar en otra cosa: su propuesta cinematográfica podría encuadrarse bajo el calificativo de nueva-vieja. Nueva antes que vieja. Y eso no pude ser bueno. Esta manía de tratar al espectador infantil como a un ser con la capacidad de reflexión mermada es algo que el cine actual ha heredado del proceso de desintegración de la animación sufrido durante los 90 y parte de esta época: buscando epatar con el público más infantil (y reventar las taquillas), el nivel del producto se rebaja hasta niveles de franca imbecilidad, dejando la trama y los personajes en una planitud alarmante. Sí, el conjunto es divertido y la incorporación de un nuevo caracter (Buck) aporta algo de frescura y alivia la sensación de "ya he estado aquí"... Pero eso no quita la molesta certeza de que Ice Age 3 hereda lo peorcito de ese nuevo cine de animación empeñado en el perfil intelectual bajo y la pobreza narrativa. El "nuevo" viene antes que el "viejo", sin embargo, porque está claro que la importancia de la producción recae en una novedad buscada por la vía de la técnica: el 3D (justito). La forma por encima del fondo. Y, para colmo de males, la técnica no justifica el desembolso en taquilla... Para echarse unas risas de domingo por la tarde no hacen falta unas gafas de 3D.
VIEJA-NUEVA ANIMACIÓN: Up. Lo último de Pixar, por el contrario, viene a ser el epítome de un modelo de cine de animación que bien podría calificarse como "viejo-nuevo". Lo viejo por encima de lo nuevo. Y esto, de entrada, no tiene por que ser bueno... pero los creadores de Wall-e consiguen darle la vuelta a la tortilla y facturar un film con niveles de lectura suficientes como para satisfacer a niños y adultos, sí, pero también a otros dos segmentos antitéticos: los aficionados al cine palomitero y los pajilleros más bien aficionados a Cahiers du Cinema. Up puede ser disfrutada como cuento infantil alrededor del eterno tema de la búsqueda de los sueños y metas personales... Pero también como cuento infantil (pero menos) con herida sangrante en el costado: como una oda a la resignación, a la necesidad de soltar el lastre del pasado y los recuerdos para poder dirigirse hacia el futuro. Pete Docter y Bob Peterson consiguen que el fondo de la historia se funda con la forma a través de una metáfora visual poderosísima: el empeño de Carl en conducir la casa hacia las cataratas y así cumplir el sueño de su difunta esposa, incluso si es necesario "arrastrarla" como un peso más atado a las espaldas. Si esto fuera poco, la belleza de las imágenes es desbordante (los planos de los primeros minutos del viaje de la casa flotando bajo sus millares de globos multicolores remiten a una arrebatadora calidez impresionista), el ritmo del metraje se despliega con un brío insuperable y los personajes cubren todo un espectro de paradigmas que van desde lo plano al servicio del humor (los perros parlantes, el pajarraco) hasta lo intrincado (Carl) al servicio de un guión casi casi redondo (el desliz hacia la acción gratuita final desluce un poco, sólo un poco, el excepcional arranque).
Y aquí es inevitable pensar en el extenso abismo que separa Up de Ice Age 3. Porque en el film de Docter y Peterson lo viejo prima sobre lo nuevo (un 3D que vuelve a ser prescindible). Y con "viejo" se hace referencia aquí no sólo a unos parámetros "clásicos" de cine con inquietudes de trascendencia, ya sea de animación o no; sino también a un tipo de producto infantil "viejo". Recordemos: mucho antes de la crisis del soporte a finales de los 90, cuando se buscaba el público más amplio posible a través de la banalización de lo tratado, los films de la Disney remitían a un modelo antiguo de cuento infantil. Y es que la palabra "cuento" no tiene por qué ser sinónimo de simplicidad y alegre puerilidad. Cuentos clásicos como La Sirenita o La Cenicienta siempre incluyen pasajes perversos, retorcidos y oscuros. Porque no todo es luz en esta vida... y eso es algo que está bien que los niños aprendan. Está claro que la parte amarga de Up no llega al nivel de traumas como la muerte de la madre de Bambi, pero también está claro que una de las constantes de Pixar es la inclusión en sus films de cierta amargura post-moderna que, sin duda, marcará al espectador infantil. Es inevitable que los niños, al igual que los adultos, se vean asaltados por la tristeza al contemplar el final de el resumen de la vida de Carl y Ellie (un excelente ejercicio de economía narrativa, por otra parte) o al ver la acción final interrumpida por un momento cumbre: cuando el protagonista se ve obligado a "soltar" la casa con tal de poner los pies en el presente y salvar el futuro. Así, en conjunto, queda claro que Up pone lo "viejo" por encima de lo "nuevo" y da más importancia al fondo que a la forma... Pero, con ello, consigue ser mucho más actual y perdurable que su compañera de cartelera, convirtiéndose en un clásico instantáneo.
NUEVA-VIEJA ANIMACIÓN: Ice Age 3. Abordemos primero el film "menor" en esta dicotomía. Porque hay que dejarlo claro desde el principio: por muy grande que sea el cariño atesorado hacia estos personajes en sus anteriores films, es inevitable pensar que la cosa ya no da para mucho más... La repetición de la misma fórmula durante tres films es más que suficiente y alguien debería animar a los de Blue Sky a mover ficha hacia nuevos territorios. La cuestión es que Ice Age 3 también hace pensar en otra cosa: su propuesta cinematográfica podría encuadrarse bajo el calificativo de nueva-vieja. Nueva antes que vieja. Y eso no pude ser bueno. Esta manía de tratar al espectador infantil como a un ser con la capacidad de reflexión mermada es algo que el cine actual ha heredado del proceso de desintegración de la animación sufrido durante los 90 y parte de esta época: buscando epatar con el público más infantil (y reventar las taquillas), el nivel del producto se rebaja hasta niveles de franca imbecilidad, dejando la trama y los personajes en una planitud alarmante. Sí, el conjunto es divertido y la incorporación de un nuevo caracter (Buck) aporta algo de frescura y alivia la sensación de "ya he estado aquí"... Pero eso no quita la molesta certeza de que Ice Age 3 hereda lo peorcito de ese nuevo cine de animación empeñado en el perfil intelectual bajo y la pobreza narrativa. El "nuevo" viene antes que el "viejo", sin embargo, porque está claro que la importancia de la producción recae en una novedad buscada por la vía de la técnica: el 3D (justito). La forma por encima del fondo. Y, para colmo de males, la técnica no justifica el desembolso en taquilla... Para echarse unas risas de domingo por la tarde no hacen falta unas gafas de 3D.
VIEJA-NUEVA ANIMACIÓN: Up. Lo último de Pixar, por el contrario, viene a ser el epítome de un modelo de cine de animación que bien podría calificarse como "viejo-nuevo". Lo viejo por encima de lo nuevo. Y esto, de entrada, no tiene por que ser bueno... pero los creadores de Wall-e consiguen darle la vuelta a la tortilla y facturar un film con niveles de lectura suficientes como para satisfacer a niños y adultos, sí, pero también a otros dos segmentos antitéticos: los aficionados al cine palomitero y los pajilleros más bien aficionados a Cahiers du Cinema. Up puede ser disfrutada como cuento infantil alrededor del eterno tema de la búsqueda de los sueños y metas personales... Pero también como cuento infantil (pero menos) con herida sangrante en el costado: como una oda a la resignación, a la necesidad de soltar el lastre del pasado y los recuerdos para poder dirigirse hacia el futuro. Pete Docter y Bob Peterson consiguen que el fondo de la historia se funda con la forma a través de una metáfora visual poderosísima: el empeño de Carl en conducir la casa hacia las cataratas y así cumplir el sueño de su difunta esposa, incluso si es necesario "arrastrarla" como un peso más atado a las espaldas. Si esto fuera poco, la belleza de las imágenes es desbordante (los planos de los primeros minutos del viaje de la casa flotando bajo sus millares de globos multicolores remiten a una arrebatadora calidez impresionista), el ritmo del metraje se despliega con un brío insuperable y los personajes cubren todo un espectro de paradigmas que van desde lo plano al servicio del humor (los perros parlantes, el pajarraco) hasta lo intrincado (Carl) al servicio de un guión casi casi redondo (el desliz hacia la acción gratuita final desluce un poco, sólo un poco, el excepcional arranque).
Y aquí es inevitable pensar en el extenso abismo que separa Up de Ice Age 3. Porque en el film de Docter y Peterson lo viejo prima sobre lo nuevo (un 3D que vuelve a ser prescindible). Y con "viejo" se hace referencia aquí no sólo a unos parámetros "clásicos" de cine con inquietudes de trascendencia, ya sea de animación o no; sino también a un tipo de producto infantil "viejo". Recordemos: mucho antes de la crisis del soporte a finales de los 90, cuando se buscaba el público más amplio posible a través de la banalización de lo tratado, los films de la Disney remitían a un modelo antiguo de cuento infantil. Y es que la palabra "cuento" no tiene por qué ser sinónimo de simplicidad y alegre puerilidad. Cuentos clásicos como La Sirenita o La Cenicienta siempre incluyen pasajes perversos, retorcidos y oscuros. Porque no todo es luz en esta vida... y eso es algo que está bien que los niños aprendan. Está claro que la parte amarga de Up no llega al nivel de traumas como la muerte de la madre de Bambi, pero también está claro que una de las constantes de Pixar es la inclusión en sus films de cierta amargura post-moderna que, sin duda, marcará al espectador infantil. Es inevitable que los niños, al igual que los adultos, se vean asaltados por la tristeza al contemplar el final de el resumen de la vida de Carl y Ellie (un excelente ejercicio de economía narrativa, por otra parte) o al ver la acción final interrumpida por un momento cumbre: cuando el protagonista se ve obligado a "soltar" la casa con tal de poner los pies en el presente y salvar el futuro. Así, en conjunto, queda claro que Up pone lo "viejo" por encima de lo "nuevo" y da más importancia al fondo que a la forma... Pero, con ello, consigue ser mucho más actual y perdurable que su compañera de cartelera, convirtiéndose en un clásico instantáneo.