martes, 20 de enero de 2009

cómic. Los mejores cómics de 2008


1. Too cool to be forgotten. ¿Estaba cantado que este iba a ser mi cómic del año? Que nadie lo dé por supuesto, porque la verdad es que las ha pasado un poco putas a la hora de mantener el tipo delante de los dos siguientes puestos. Pero es que, al fin y al cabo, la emotivamente explosiva trama de Alex Robinson, planteada desde la transparencia y la (aparente) sencillez, se queda en tu memoria por muchos meses que pasen. La confirmación de Robinson como mucho más que un autor freak y generacional.


2. Percy Gloom. Y, hablando de explosividad emocional, es imprescindible poner en su sitio a este Percy Gloom que, tristemente, ha pasado bastante desapercibido. La obra de Cathy Malkasian conjuga una trama repleta de sentimientos agridulces con un dibujo y una planificación de página rayana a la poesía (que no a la fantasía). Las correrías del Percy Gloom del título son todo una enseñanza a recordar en los días que amanecen con el cielo encapotado (sin desencapotador a mano).


3. Lost Girls. El abordaje de las costas narrativas más sensuales por parte de Alan Moore y su señora (Melinda Gebbie) se salda con una masacre presentada en el envoltorio más atractivo. Y es que Lost Girls no es tan inocuo como podría aparentar su (bella hasta decir basta) apariencia: bajo la superficie multicolor late un artefacto a punto de estallar en el que se subvierten muchos mitos contemporáneos pasándolos por el tamiz del sexo. Puro y placentero onanismo comiquero (bien entendido).


4. Shortcomings. Adrian Tomine entrega su primer trabajo "largo" después de ponernos los dientes largos con sus recopilaciones de historias cortas. Y no sólo nos lo "entrega", sino que realmente "sublima" todo lo que podíamos esperar de él: una trama en la que lo social y lo racial es un mac-guffin sin importancia, una excusa para lanzarse a temas más interesantes (e incómodos) como los entresijos de cualquier pareja en proceso de desintegración y auto-destrucción.


5. Fun Home. Sorprende, de entrada, que la autora de Unas bollos de cuidado se desmarque del cómic lésbico precisamente dinamitando fronteras y explorando nuevos territorios en los que la opción sexual es un dato más de todo un torrente de información que escarba hacia abajo, hacia las profundidades menos conformistas. Imposible no rendirse ante su retrato de un entorno familiar disfuncional y, sobre todo, bajo las pinceladas entre el cariño y el odio (silencioso) con las que traza la silueta de su padre.


mención. Krazy & Ignatz. Sólo he leído dos de los muchos tomos en los que se ha empezado a recopilar todo el material en el que Herriman exploró las posibilidades de la tira diaria mediante este gato y esta rata que habitan un micro-cosmos en el que es fácil identificar otro macro-cosmos mucho más extenso (el americano, el mundial). Por momentos, es fácil criticar la simplicidad con la que se abordan ciertas ínfulas intelectualoides. Pero, ¡señores!, que mucho de este material tiene más décadas en sus espaldas que algunos de nuestros abuelos...

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