jueves, 18 de diciembre de 2008

música. Informe Semanal #6


Buraka Som Sistema. Primero fueron CSS y ahora, andando hacia atrás en el abecedario, nos llegan BSS (Buraka Som Sistema). Y lo más curioso del caso es que las coincidencias (superficiales) entre ambos grupos son más que evidentes: ambos surgen en escenas alternativas a las habituales (los primeros de Brasil, los presentes de Portugal) y comparten una visión algo "cerda" de lo que tiene que ser una canción. Pero aquí paramos de contar. Porque mientras que CSS se quedaban en el rock moderniqui (que ha fracasado completamente al intentar trasladar la fórmula a un nivel más tradicional), Buraka Som Sistema exploran esos ritmos africanos (afro beat si hablamos de electrónica, afro indie si hablamos de... indie) que, de pronto, parece que haya puesto de moda M.I.A. y Vampire Weekend (¡bendita falta de memoria musical!). La propuesta de estos portugueses se acercan más a M.I.A. o, al menos, a aquel punto en el que la diva capaz de vestir mil colores a la vez decidió sacar lineas de ropa flúor y perder el barbarismo que a muchos nos atrajo en Arular para pasarse al esteticismo de Kala. En las canciones de Buraka Som Sistema es como si el tiempo se hubiera detenido en el hard house de finales de los 90 y decidiera probar qué pasaría si la base tribal siempre presente en este género se evidenciara con sonidos extraídos precisamente de la cultura africana. Su debut, Black Diamond, está plagado de hits incontestables: IC19, Kalemba (Wegue-Wegue) y, por encima de todo, ese Sound of Kuduro (con voz, ¡sorpresa!, de M.I.A.) capaz de hacerte creer que estamos en verano justo cuando, al menos en mi ciudad, hace un frío capaz de congelarte las ideas.


Sound of Kuduro - BSS

miércoles, 17 de diciembre de 2008

cine. Bolt... por fuera y por dentro.


Bolt... por fuera. Si nos quedamos en la superficie (y, de hecho, no creo que el film quiera ir mucho más allá), Bolt es una película excelente. Te mantiene una hora y media delante de la pantalla con la ilusión pegada a las pupilas como si fueras un niño de seis años, todavía fascinado por los animalillos en general y con tus dudas de que, al darles la espalda, hablan entre ellos (cuando creces, a eso se le llama manía persecutoria... pero ese es otro tema). El metraje está plagado de personajillos entrañables destinados a arrancarte frases del tipo "ooohhh que mono" y "uuuhhh que ricura" cada dos minutos (especial mención de la gata Mittens y las palomas). Y, lo que es mejor: la trama bascula sabiamente entre la ñoñería familiar y una acción qué ya querrían para sí los últimos intentos de Stallone en la gran pantalla. Las escenas adrenalíticas están genialmente dosificadas para fascinar sin llegar a hastiar al espectador que, al fin y al cabo, quiere momentos de ternurita y salir del cine con una eufórica sensación de optimismo.


Bolt... por dentro. Pero la comparación es inevitable: precisamente por el hecho de que John Lasseter está metido en el proyecto de refilón, tarde o temprano uno acaba comparando Bolt con las últimas obras maestras de Pixar. Y no sale muy bien parada: el film es un entretenimiento excepcional, eso no se lo quita nadie... Pero ya está. Tal y como decía en el párrafo anterior, puede que las pretensiones de la película no vayan más allá, pero ese arranque en el que se nos presenta a un perro totalmente convencido de que el set de rodaje es real hace que tu cabeza vuele hacia las posibilidades de sub-lecturas que seguro que hubieran aprovechado Pixar. Pero no nos dejemos llegar por el "qué pudo ser". Repetimos: las pretensiones de Bolt no van más allá de dejarte en la puerta del cine con una sonrisa bobaliconamente feliz (y con ganas de comprar peluches de todos sus personajes). Y a fe que, si eso es lo que busca el film, lo consigue de sobras.

martes, 16 de diciembre de 2008

tv series. Weeds... ¿para o sobre (algunos) fumados?


WEEDS ES UNA SERIE PARA FUMADOS. Eso es lo que yo pensaba hace unos meses. Lo cierto es que la premisa no era muy halagüeña: una serie sobre un mamá white trash que, tras la muerte de su marido, se pone a vender droga para costear el american way of life al que está acostumbrada. Lo que yo pensaba: genial, una excusa para media hora de esas risas ralentizadas que tanto les gusta a los "fumaos". Será que no fumo, pero nunca me he sentido identificado con productos de este tipo. Por eso me costó levantar las barreras y permitir que Weeds entrara en mi vida y tuviera que cambiar lo dicho al principio de este párrafo por...


WEEDS ES UNA SERIE SOBRE (ALGUNOS) FUMADOS. Y no demasiados, si hay que hacer honor a la verdad. La cuestión es que acabo de terminar la segunda temporada de esta serie y hacía tiempo que no tenía tal subidón de adrenalina con un cliffhanger final. Ni con Lost (y esto es mucho decir)... Y es que, pese a que los primeros capítulos me gustaron sin más, Weeds es una de esas series que van creciendo poco a poco hasta que, no sabes muy bien cómo, tienes delante de tí un rascacielos enorme que no habías visto hasta el momento. De hecho, es un rascacielos que te provoca unas inmensas ganas de escalarlo a lo Spiderman. Pero no sólo no eres Spiderman (¡flipao!), sino que los guionistas de Weeds son una vil mutación del Dr. Octupuss: seres malvados que te impiden incluso coger el ascensor. Te obligan a subir caminando poco a poco, parando piso a piso para que degustes los (dulces y refinados momentos de tensión creciente cercanos a un nivel insano de taquicardia. Pero que nadie crea que esta serie vive de la tensión, porque este nerviosismo de algunas resoluciones (a nivel orgiástico en el último capítulo de la temporada) no es más que la traducción clara y limpia de unas tramas (familiares, policíacas, lunáticas) inteligentemente narradas y estructuradas... Y, sobre todo, es la cúspide de una montaña en la base de la cual descansan unos personajes humanos, hiper-reales y, por lo tanto, tremendamente cómicos (sin olvidar que la base de toda comedia está en lo grotesco del drama): Nancy es uno de los personajes centrales de comedia con más entresijos de los últimos tiempos, pero el resto no se quedan atrás (con especial mención para Celia, el reverso oscuro y desternillante de la protagonista). En conclusión: que la hierba y los fumados forman parte de la trama, claro que sí... Pero que si alguien se acerca a esta serie buscando Cheech & Chong lo lleva claro. Porque Weeds no necesita de ningún humo para provocarte la risa tonta: te provoca una sonrisa que nace de algo mucho más profundo. Del reconocimiento y la empatía. ¿Quién dijo que hacer comedia era algo simple?

miércoles, 10 de diciembre de 2008

música. Informe Semanal #5


Denison Witmer. El oficio de cantautor (a la inglesa, a la "singer songwriter"... no a lo cantautor tipo Tontxu) debe ser de los más ingratos que existen dentro del negocio de la música: las no pretensiones suelen pagarse con carreras a medio fuego que, si no miras con lupa, nunca acaban de despegar... Es lo que le pasa a gente como Josh Rouse, Andrew Bird o este Denison Witmer que nos ocupa. También podría haberle pasado a Sufjan Stevens, pero el de Michigan ha sido el más listo de la última hornada de cantautores y ha sabido jugar tan bien sus cartas como para convertirse en un hype indie pendiente de reválida. Las referencias nos son inocentes: Witmer tiene mucho de Stevens y de Rouse. Para ser concretos, en su anterior álbum, Are you a dreamer? (2005), tenía mucho de Stevens; mientras que la vena Rouse se le marca de forma pronunciada en su última producción: Carry the weight (2008). Lo que viene a significar que ha abandonado la pretenciosidad instrumental del que pretende llenar teatros para instalarse en la humilde posición de aquel que toca canciones delante de una chimenea. Para emocionarse. Para emocionarnos. Y a fe que lo consigue, con disparos optimistas como Life before aesthetics o con tonadas más melancólicas como From here out. Y es que escuchando Carry the weight no puedes evitar sentir cierto malestar al pensar que Denison Witmer nunca será Sufjan Stevens. Pero, ¡qué coño!, ni lo quiere ni lo necesita.

Life before aesthetics - Denison Witmer

martes, 9 de diciembre de 2008

cine. Las horas del verano


Olivier Assayas. Ese gran desconocido. O, al menos, para mí. Claro que había oído hablar de Demonlover (2002) y, sobre todo, de Finales de agosto, principios de septiembre (1998). Pero tengo que admitir que no pasé por el cine para ver ninguna de las dos (de hecho, ahora mismo no recuerdo si Demonlover llegaron a estrenarla por aquí). Sea como sea, el apellido de Assayas se quedó clavado en mi memoria cuando galardonaron la actuació de Maggie Cheung en Cannes gracias al film Clean (2004), de este mismo director. Entonces se levantó cierto revuelo porque se suponía que Cheung debería haber estado en 2046, la peli de Wong Kar-Wai que se fue del festival con las manos vacías. Pero, sea como sea, Clean tampoco se estrenó nunca en nuestro país... así que toca hablar de Las horas del verano. Y "toca" por muchas cosas. Pero, sobre todo, porque es caramelito fabricado a partir de celuloide y de esa sensibilidad afrancesada de que la siempre he sido fan irredento (para disgusto de muchos que han tenido que soportar mis disertaciones al respecto).

Para empezar, Las horas del verano es la heredera incuestionable de Mi estación preferida (1993) de André Techiné. La relación entre ambos films no es azarosa: no sólo lo ha reconocido en diversas entrevistas, sino que Assayas ya colaboró en el guión de films de este mismo director, tal y como Alice y Martin (1998) o Rendez-vous (1985). La premisa es similar: varias generaciones de una familia que se reúnen alrededor de una mesa en el entorno idílico de una casa de campo invadida por el verde del paisaje exterior y la melancolía del pasaje interior. Mi estación preferida acaba con esta comida, pero Las horas del verano arranca precisamente con este encuentro forzado entre distintos estratos generacionales de una misma familia. A partir de ahí, en vez de ahondar en los claroscuros de ese árbol genealógico, directamente Assayas prefiere dejar que se revelen por sí solos al contrastarlos con una trama en la que lo importante es cómo pasa un legado (cuadros y objetos artísticos de elevado valor) de las manos que lo atesoraron a unas manos mucho menos interesadas por la significación artística que por el valor material.

De esta forma, el discurso de Assayas se escinde en dos semi-discursos apasionantes (por mucho que, a tenor del ritmo de la película, muchos me reprochen utilizar un adjetivo como "apasionante"): por una parte, se trata el cambio de un mundo antiguo en disolución hacia un mundo nuevo con unos valores completamente diferentes (aunque en el que parece latir cierta esperanza, tal y como se observa en la obstinación del hijo mayor o en la devastadora fiesta final perpetrada por los adolescentes de la familia en esa casa a la que se le ha despojado de todo ); y, por otra parte, nos habla de la ambigüedad conceptual que comporta todo acto artístico (¿está más vivo un objeto a la vista de todo el mundo en un museo o, precisamente, en la casa de alguien que lo atesora y lo mima como un objeto personal?). Pero que nadie se engañe a este respecto: a diferencia de otros films que también abordan la cuestión artística, Assayas es capaz de dejar al descubierto un corazón cálido y emocional (y, muchas veces, a través de imágenes simples pero poderosamente evocativas, como ese teléfono que nunca salió de su caja). Más cálido y emocional si cabe al contrastarse con una puesta en escena delicada pero gélida. Pero, ¿desde cuándo le hecho yo un feo a los films gélidos? ¿Y, sobre todo, a los films gélidos franceses?

miércoles, 3 de diciembre de 2008

cómic. 110 perç


Esta es la primera vez que Tony Consiglio aparece en este blog... pero no debería ser así. He revisado el post con el que nació Too Cool To Be Forgotten, aquel en el que hablaba del cómic de Alex Robinson, y fue un patinazo no mencionar en él a Mr. Consiglio. ¿Por qué? Básicamente, porque son ambos son amigos del alma y sus trabajos se retroalimentan y se entrelazan con una sincronía siempre asombrosa. Ambos, junto a algunos otros autores, forman el llamado The Ink Panthers: una especie de congregación de freaks comiqueros que comparten gusto por el cómic tipo novela gráfica que tan buenas críticas recibe siempre... pero también por el rollo Dungeons & Dragons de toda la vida. De Consiglio, sin embargo, no he podido ver todavía ningún ejemplo de viñetas de fantasía heróica. Será porque sus cómics suelen tener más dificultades para llegar a nuestro mercado que los de su amigo Robinson.

Hace un año o algo así pudimos ver editado en castellano, sin embargo, el magnífico Más o menos (publicado por Diábolo), donde Consiglio exploraba su vena auto-biográfica (algo deformada y esperpéntica) con resultados tronchantes y emotivos a partes iguales. Y, viendo que no hay planes de editar nada más de este autor en España, finalmente me hice con 110 perç en su versión americana. No me arrepiento: de nuevo, Consiglio se muestra como un autor capaz de atrapar al vuelo emociones incómodas (por lo que tienen de profundas) y plasmarlas con dos trazos simples pero firmes. El dibujo de este autor siempre sobrevuela un poco por encima del aprobado, sin caer en el feismo infantil tan de moda pero huyendo del hiper-realismo y lo barroco. Como a la hora de plantear sus tramas, en lo referente al trazo Consiglio es muy amigo de lo simple pero efectivo. En esta ocasión en concreto, 110 perç plasma la extraña relación entre tres marujas de edad avanzada que viven por y para un boy band tipo Backstreet Boys (que, evidentemente, se hacen llamar 110 perç). Sin duda, es un punto de partida más que interesante al que Consiglio sabe sacarle punta con su mirada afilada, irónica pero siempre realista y benevolente cuando tiene que serlo (lo que no implica que no sea implacable cuando toca... y no quiero avanzar nada de la trama). Finalmente, si Más o menos era el retrato de un entorno familiar disfuncional pero divertidísimo, 110 perç acaba siendo un tríptico agridulce sobre las dificultades de esas mujeres de edad avanzada que no tienen nada, que tienen más vacío que alegría en sus vidas... Podría ser lacrimógeno. Pero esa no es la intención de Consiglio. Su intención es que cerremos el cómic con una sensación sutil de optimismo y vitalismo... Y lo consigue.

lunes, 1 de diciembre de 2008

tv series. Carta de amor apasionado de un fan fatal de Lost al final de la cuarta temparada


Todo lo que viene a continuación debería ir acompañado de uno de esos rectángulos negros que tapan los ojos de los testigos indiscretos de ciertos programas de televisión. Porque que conste desde un buen principio: yo soy fan de muy pocas cosas... Pero de Lost, lo soy sin vergüenza y sin remisión. No tengo ningún pudor a la hora de afirmar que los visionados de todas y cada una de las cuatro temporadas han ido acompañados de múltiples (y freaks) extras como el ARG (The Lost Experience) o la visita a miles y miles de páginas que hablan de teorías y conspiraciones múltiples.

Pero no voy a hablar de teorías y conspiraciones porque necesitaría un blog extra para ello. Sólo quiero dejar constancia de que ayer terminé de ver la cuarta temporada de Lost (sí, con mucho retraso... pero eso es lo que hay, tal y como expliqué en el post de Dexter) y de que, a día de hoy, sigue pareciéndome una de las series más inteligentes e interesantes del panorama actual. Así que, un poco harto de las críticas típicas, vamos a por un dicen / digo en el que dejar claras las cosas:
  • DICEN... que la cuarta es la mejor de todas las temporadas. / DIGO... que está al nivel del resto. Un nivel excelente, evidentemente. Es más, debido a su corta duración, incluso me aventuraría a decir que no es "peor" por menor calidad, sino por menor cantidad. La impresión de que es "mejor" podría venir proporcionada porque, ahora, la trama avanza en dos direcciones paralelas (presente y futuro... aunque más bien parece que el presente son los flash-forwards y el pasado es la isla), mientras que antes había un presente (la isla) y un pasado discontinuo (los flashbacks). Pero acostumbrado a las sesiones de "Lost en vena", 14 capítulos se me han hecho demasiado cortos. Tan cortos que me ha parecido un "in pass" hacia lo que está por venir en las dos últimas temporadas. Que va a ser muy gordo.
  • DICEN... que la trama de Lost no aguanta seis temporadas. / DIGO... que nos podrían tener en vilo unos quince años más.
  • DICEN... que lo que hacen Abrams y su equipo de guionista es muy fácil: mantener la intriga constante a través de misterios que se desvelan con cuentagotas. / DIGO... INTENTADLO VOSOTROS! No sólo es jodidísimo hacerlo con la inteligencia con la que se dosifica la información en esta serie, sino que se requiere de muchísima pericia para presentar la trama con tal riqueza de capas interconectadas.
  • DICEN... que lo de Lost no es para tanto porque es como un burro al que le ponen delante una zanahoria para que corra y corra sin dirigirse a ninguna parte / DIGO... que puede que me equivoque, pero que en esta cuarta temporada ya vemos suficientes indicios de que J.J. Abrams y compañía lo tienen todo más que ligado y pensado. Se empieza a desenmarañar la trama alrededor de Dharma y de Los Otros, añadiendo las conexiones (inquietantes) con Charles Widmore y el padre de Jack. Para quitarse el sombrero.
  • DICEN... que los protas son Jack, Kate, Sawyer, Locke y los estrellados iniciales. / DIGO... que, a tenor de lo visto, el protagonista absoluto de la serie es, sin duda, Ben Linus. Inmenso.

viernes, 28 de noviembre de 2008

música. Informe Semanal #4


Scott Matthew. Mi historia con Scott Matthew es, cuando menos, abrupta. Ya hará algo más de un año que lo descubrí mientras paseaba su barba por el metraje de Shortbus (el film de John Cameron Mitchell), guitarra en ristre, como un folkie extraviado en un magma de sexo en grupo. Entonces, me enganché a su MySpace e incluso me hice una lista exclusiva con las canciones suyas que había en la banda sonora del film. Poco después, por motivos diversos, cayó en mis manos su debut, mucho antes de que saliera a la venta. Justo en la primera escucha el enganche se convirtió en obsesión, en adicción. Canciones como Abandoned o Balladear resonaban en mi interior (tan proclive a la tristeza y la melancolía) a todas horas... Así que la oportunidad de verlo en directo, hacia mayo de este mismo año, fue como un regalo (bueno, lo cierto es que fue "un regalo", sin el "como", por el que creo que nunca dí las gracias. Así que: ¡¡GRACIAS!!). Pero el regalo se convirtió en decepción: que conste que no fue un mal concierto... Pero no era lo que yo esperaba. No llegaba a las cotas de altura emocional e introspección que yo atesoraba con ilusión, muy posiblemente porque Matthew salió al escenario bastante bebido y no acababa de meterse en las canciones. Y también muy posiblemente porque, por cruel que suene, yo esperaba volver a ver a un Antony romperse sentimentalmente delante de mis ojos. La crueldad del espectador.

Ya han pasado muchos meses desde aquel concierto. Desde entonces, mi nivel de escuchas de su debut homónimo se redujeron a casi nada... Hasta que anunciaron que volvería por estas tierras. A la misma sala. Al principio sentí miedo, pero pronto volví a escuchar el disco y algo se rompió de nuevo en mi estómago cuando escuchaba determinados temas. Eso, sin embargo, acrecentaba un miedo que, ayer por la noche, se disipó sin dejar ni rastro. El concierto que Scott Matthew dio anoche en la Sala 3 de Razzmatazz fue, simple e impecablemente perfecto. Su nivel de alcohol por litro de sangre era el adecuado, así que se podía apreciar perfectamente como, al empezar cada canción, el mundo se desdibujaba a su alrededor y aparecía esa fractura entre su introspección y el voyeurismo del público, tan necesaria cuando practicas composiciones como las suyas. La prueba de fuego era Abandoned... y tengo que reconocer que acabé con los ojos llorosos y los pelos de todo mi cuerpo encrespado. Finalmente, no podía evitar sorprenderme ante la versatilidad de este artista que tan pronto pasa de la tristeza apocada de Surgery a la alegría contagiosa, con toda la sala dando palmas, de Upside Down. Por todo ello: muchas gracias, Scott, por permitirme que recupere la fe en tí. Esto es como los curas: una vez pasan por una crisis, vuelven con más fuerza.

Abandoned - Scott Matthew

jueves, 20 de noviembre de 2008

tv series. Dexter. Lo que todos sabíais... pero yo no.


Hará un par de años que alguien me pasó la intro de Dexter... y me fascinó al momento. Sabía que, con semejante opening, y con Michael C. Hall de protagonista, sólo podía caer rendido a los pies de esta serie... tarde o temprano. Pues bien, ha resultado ser bastante tarde. Y es que esto es lo que pasa cuando tienes un código moral estúpido (y ordenado) que te obliga a ver las series a medida que van saliendo en DVD en este país. Es por eso que todavía no he visto la cuarta temporada de Lost... y, por extensión, no he visto hasta ahora la primera de Dexter. Tampoco es que me arrepienta. Lo único malo de este regimen de visionado es que ahora que puedo comentar sobre el tema, resulta que todo el mundo ya ha comentado y no puedo decir nada nuevo.

Total... Que, tal y como pensaba, he acabado siendo fan de Dexter. Pero no tanto como imaginaba (eso sí, ya me han soplado que el fanatismo seguramente me llegue con la segunda temporada... ¡siempre tarde!). No he podido evitar acabar con cierta sensación de bluff, básicamente por un motivo: los cinco primeros capítulos son impecables, pero después la trama parece diluirse para, en los dos últimos episodios, apresurarla con sutiles palmaditas en el culo. Lo que podrían haber explicado de forma mucho más extensa (a lo largo en el tiempo, sí, pero también hacia abajo, escarbando), haciendo que la fascinación calara hondo en el espectador, lo resuelven a trancas y barrancas, de forma que al final piensa "ah! muy bien la conclusión" (y que conste que es una de las resoluciones más apañadas del panorama de series actual)... pero ya está. Podría haber sido mejor. Igual que se podrían haber aprovechado algunas relaciones que, finalmente, quedan desperdiciadas (y me refiero básicamente a ese psicólogo asesino,con quien Dexter podría haber establecido un lazo más que seductor). Pero que nadie crea que estoy despotricando contra la serie: me ha alucinado el ritmo, las actuaciones (deeply in love con la hermana del prota... ñam!), el cuidado empaque visual (esos blancos quemados son oníricos, casi surrealistas) y, sobre todo, la deliciosa trampa moral que supone posicionarte al lado de un asesino, desear que se salve y se salga con la suya. Pero no puedo esperar para meterme mucho más profundamente en esa salvaje dicotomía ética que supone la forma de vida de Dexter: espero que la segunda temporada vaya precisamente de eso... Por lo demás, un último fallo de la serie: los títulos de crédito finales deberían ir acompañados de Bonnie 'Prince' Billy cantando "I'm a wolf among wolves"... Perdonadme. Tenía que decirlo.

viernes, 14 de noviembre de 2008

cine. Quemar después de leer. No entiendo a los Cohen


Vayamos con la verdad por delante. A continuación, un pequeño listado - advertencia:
  1. Ni Fargo ni Sangre Fácil me parecen esas obras maestras que todo el mundo dicen que son. Para mi gusto, están bien. Pero poco más.
  2. He intentado ver El Gran Lebowsky unas cuatro veces y siempre me quedo dormido hacia el cuarto de hora.
  3. No country for old men me parece, directamente, un bodriazo pretencioso que, con tres recursos rimbombantes, va de cine de autor.
  4. Me salieron sarpullidos por todo el cuerpo cuando me enteré que los Cohen van a dirigir The Yiddish Policemen's Union (adaptación del libro de Michael Chabon).
Ante semejante panorama, supongo que nadie esperará que diga nada bueno de Quemar después de leer. Después de su escasa hora y media salí del cine con esa molesta sensación de tiempo perdido en el que los autores del film se han enfrentado a su tarea con absoluta desidia, prisa y despreocupación. Si no, no lo entiendo. Sólo con que hubieran re-visionado un par de veces la mítica Charada podrían haber sacado inspiración para propinarle un electro-shock a esta criatura de celuloide que parece que ya nació muerta. La trama es simple hasta decir basta (intentan jugar al enredo con el montaje, pero ni así consiguen que la trama no parezca lo que es: un argumento trillado y lineal); los actores están en perpetuo estado de desgracia absoluta (lo de Brad Pitt y Frances McDormand no tiene nombre, y los únicos que se salvan son Tilda Swinton y George Clooney... y se salvan porque no tienen que hacer muchas filigranas con sus personajes); la realización es torpe y sin criterio (¿por qué nos regalan el disparo a bocajarro a uno de los personajes y no vemos el tiroteo final?)... Puedo seguir hasta el infinito y más allá. Pero lo resumiré en un chascarrillo: Quemar después de leer debería titularse mejor Quemar antes de entrar en el cine (y por combustion espontanea, por favor).

miércoles, 12 de noviembre de 2008

libros. El sindicato de policía yiddish... (o: ¡Michael Chabon es Dios!)


Advertencia antes de que sigáis leyendo: lo mío con Michael Chabon trasciende la admiración. De hecho, es el único autor moderno (lo que se puede leer directamente, como autor "vivo") del que leo religiosamente todo lo que va publicando. ¿Por qué? Porque me proporciona momentos de placer absoluto y sostenido durante días y días. Como en el caso de El sindicato de policía yiddish. O como en los casos de todos sus libros anteriores. Y que nadie se piense que son experiencias separadas: leer a Chabon es un continuo en el que siempre encuentras constantes y nuevos desarrollos. La cuestión judía (de especial importancia en su último libro, pero también presente en la maravillosa Wonder Boys), el frikismo comiquero y mitómano (sublimado en Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay), la homosexualidad (siempre presente aunque sea de forma testimonial, como en El sindicato de policía yiddish)... El universo Chabon es extenso pero dulcemente reiterativo. Es como visitar la casa de tus padres cuando ya no vives en ella.

Si hay que centrarse en El sindicato de policía yiddish, sólo puedo decir que es un experiencia deliciosa en la que Chabon desarrolla un gusto por las estructuras de thriller policial y de investigación (a medio camino entre el pulp más arty y Sherlock Holmes): crea todo un mundo original del que sólo te da las pistas necesarias para que camines por donde él quiere. Pero nunca realiza una descripción masiva a lo Tierra Media de Tolkien: ese mundo en el que la segunda guerra mundial acabó de forma diferente para los judíos (y en el que Alemania se vio asolada por una bomba nuclear) aparece con formas borrosas. Lo que sí que aparece con formas definidas, cristalinas, es esa ciudad imaginaria de Sitka: un reducto de judíos en Alaska en el que los adeptos de esta religión se han establecido en sus propias estructuras de gobierno, de control social e incluso de lúmpen (es impagable la imagen de esa mafia de sombreros negros, largas barbas y patillas). Pero no sólo fascina la estructura social: a cada página puedes palpar la mugre en las calles, la oscuridad reinante... El paisaje exterior que se filtra hacia el paisaje interior de todos los personajes. ¡Y vaya personajes! Porque por mucho que El sindicato de policía yiddish sea un thriller, Chabon realiza una espectacular orografía de personajes dañados, heridos, que se mueven por la inercia de unos ideales difusos pero potentes, casi pulsiones: Landsman, Berko y Bina son las marionetas de un teatro que se revelan contra los hilos que los intentan manejar. Los títeres de una función en la que, sutilmente, se filtra una disección de la importancia de los lazos íntimos en una sociedad en desintegración y de la integridad personal en contraposición a una corrupción general que, evidentemente, acaba criticando la política intervencionista (y algo cerda) de Estados Unidos. Porque, evidentemente, por mucho que el mundo de El sindicato de policía yiddish sea una invención, los yankis siguen siendo yankis. Yankis que no se han dado cuenta todavía de que, entre sus filas, tienen a un Dios. Y se llama Michael Chabon.

(Ya os advertí al principio de que esto iba a ser un texto de fan total, ¿no?)


martes, 11 de noviembre de 2008

música. Informe Semanal #03


Ra Ra Riot. Lo de Ra Ra Riot no es ninguna novedad: hace meses que estoy obsesionado con su álbum de debut: The Rhumb Line. Lo que si es novedad es el subidón que llevo en el cuerpo después de su primer concierto en nuestras tierras, acontecido el viernes pasado en la sala 2 del Razzmatazz barcelonés. ¿Que no estuviste? Pues te perdiste algo similar a la primera vez que actuaron por aquí Arcade Fire. Vale, aceptamos que el público de la ciudad condal somos sosos a más no poder. Yo intenté botar y saltar, pero no había forma. La gente sólo se animó hacia el final de la actuación, con la maravillosa Dying is fine perlando una noche para el recuerdo. Si todavía no los conoces, ya tardes en conseguir The Rhumb Line y deleitarte con la música de estos chicos que, cuando quieren, hacen cosquillas en la planta de los pies a Arcade Fire (como en la sublime Ghost under rocks) y, cuando lo prefieren, se derivan hacia otros caminos más exaltadas, más espídicos. Sin perder nunca de vista la épica, eso sí.

Ghost Under Rocks - Ra Ra Riot


Klaus & Kinski. Porque España también existe. Incluso Murcia. De allí vienen Klaus & Kinski, unos niños que muchos dirán que caminan por caminos demasiado trillados y ya superados (con los omnipresentes Family asomando en el horizonte)... Pero la posibilidad de pasar un rato con el corazón encogido entre la alegría y la melancolía nunca está de más. También estuvieron en Barcelona: fue el sábado pasado en la celebración de los 15 años de Jabalina en La [2]. Y la actuación fue, cuando menos, entrañable: con esa cantante apocada pero divertida en su parquedad de palabras (que, finalmente, se intuyeron como nervios puros y duros). Sea comos sea, su primer álbum, Tu hoguera está ardiendo, es una de las muestras más heterogéneas de lo que se puede hacer partiendo de un legado tan reducido como el pop español. Ninguna canción se parece a la anterior (destacando la sorprendente Mengele y el amor), las letras son inteligentes y extrañas para el entorno sonoro a través del que se abren paso... Vamos: que lo hemos visto mil veces pero que, con esta factura, deseamos verlo mil veces más.

El Cristo del perdón - Klaus Kinski

martes, 4 de noviembre de 2008

cómic. Macanudo


Vuelvo a descorchar un post en este blog hablando de mis preconcepciones, ese pequeño gran cabroncete que hace que me ponga delante de películas, cómics, libros o discos con el pensamiento de "esto no me va a gustar". Y es que Macanudo lo tenía todo para no gustarme: venía aclamado por el público de Maitena y por su propia autora (que no es que no me guste lo que hace, pero no me acaba de atrapar y, en ocasiones, me parece facilón y falto de mordiente), utilizaba un formato de tira con el que ya he tenido demasiadas buenas experiencias (desde Azumanga Daioh hasta el genial Get Fuzzy) y, desde sus primeras páginas, hacía gala de ese humor argentino que me carga con demasiada facilidad... Pero si todo esto me molestaba en las tres primeras páginas, en la cuarta ya estaba absolutamente rendido a la obra de Liniers.


Y es que las tiras de este autor desprenden una inocencia y una ilusión desarmantes. Teniendo en cuenta que, hoy por hoy, el 80 % de la cultura que consumimos está totalmente impregnada por el malestar y el pesimismo, mientras que otro 19 % se basa en el sarcasmo y el cinismo como arma para enfrentarse a la realidad; Macanudo vendría a acaparar el 1 % restante. Un 1 % dulce y necesario. De sus mini-historias se desprende una cosmogonía optimista, centrada en la belleza de los detalles. El trío formado por Enriqueta (una niña), Fellini (un gato) y Madariaga (un oso de peluche) vendría a sintetizar esa visión a la altura de los ojos de un niño que tanto recuerda a El Pequeño Príncipe. Y la proliferación de pingüinos y duendes es de esos recursos que te arrancan una sonrisa desde el primer vistazo. Después también existen los micro-retratos de personas normales y corrientes, de cotidianidades absolutas pero maravillosas. Incluso cuando Liniers aborda cierta mirada irónica (en los casos de la vaca cinéfila o el hombre que traduce los títulos de las películas americanas al castellano), lo hace de forma divertida, sin maldad.


Y es que al autor le gusta martirizarnos: por mucho que tengas tus personajes preferidos, Liniers se guía por la aleatoreidad total para elegir el orden de las tiras (que, supongo, se publicaron en algún diario previamente, día a día). Así, como quien no quiere la cosa, devoras tomo detrás de tomo. Random House / Mondadori ya han publicado los dos primeros recopilatorios de Macanudo, y el tercero debería estar al caer. Así que no tienes excusa: si te lees las tiras que adjunto en este post y no esbozas una sonrisa cómplice, es que no tienes corazón. No te preocupes: aún te quedará un 99 % de producción cultural del mal rollo para disfrutar con ella.

lunes, 3 de noviembre de 2008

música. Informe Semanal #02


A place to bury strangers. Ayer veía en el festival In-Edit el documental en el que Grant Gee aborda la (ya un poco cansina) historia de Joy Division y el mito de Ian Curtis... Y hoy, en una de esas felices casualidades, A place to bury strangers estarán actuando en Barcelona (ayer lo hicieron en Madrid). La línea evolutiva que une a ambos grupos es clara... O, más bien, turbia. Porque si algo caracteriza A place to bury strangers son las toneladas de ruido frío, cortante, blanco que añaden al característico sonido de Curtis y Cia. Dicen por ahí que es un grupo que en disco suena excesivamente gélido (algo que, depende el día, puede gustarte más o menos) y que es más fácil empatizar con unos directos que han dejado sin habla a más de una y dos personas del criterio de la cuales me fío sin reservas. También dicen que en el Primavera Sound tuvieron problemas de sonido y que la amplitud escénica de los festivales no les sienta demasiado bien, así que el hecho de que en Barcelona toquen en la acogedora (pero industrial) sala 3 del Razzmatazz es una noticia que hay que abrazar con gusto. Está claro que el orden de los factores parece haberse conjurado para que el resultado sea uno de esos conciertos que se te quedan clavados como una espina de metal (oxidado) clavada en la memoria.

Another Step Away - A Place To Bury Strangers

A place to bury strangers actuarán hoy 3 de noviembre en Razzmatazz (sala 3) a partir de las 20:30 horas, teloneados por QA'A.

viernes, 31 de octubre de 2008

tv series. Dicen: The Wire son los nuevos Sopranos. Digo: The Wire es mucho mejor que los Soprano


Al principio me mostraba reticente: la mayor parte de gente que me recomendaba ver The Wire eran los mismos a los que les había alucinado The Sopranos. Empezamos mal. Así que me pasé los dos primeros capítulos de The Wire buscándole pegas: que si el hecho de que la única mujer del grupo de polis sea lesbiana es demasiado obvio, que si casi todos los personajes rozan el cliché, que si los capítulos duran una hora, que si los apuntes de las vidas personales de los protagonistas son escasos y difusos... Pero al tercer capítulo empecé a olvidarme de los defectos y a concentrarme en los aciertos. Empezando por algo que no me pasa demasiado a menudo y que he de celebrar por todo lo alto: ¡los capítulos de una hora de esta serie se me pasaban volando! ¿Cómo podía ser? ¿Cuándo me había rendido?

Dejando de lado mi mítica (y contraproducente) tendencia a consumir la cultura con ideas prefijadas (que eso es algo que nos pasa a todos, ¿no?), he de admitir que lo de The Wire, después de haberme tragado la primera temporada como el que respira, es muy grande. Mucho. No sólo despliega una trama apasionante de una forma ordenada, inteligente, alimentando las tramas paralelas con una claridad transparente y deslumbrante a la vez, sino que pone sobre su delicioso tablero de ajedrez unos personajes apasionantes... ¡sin necesidad de recurrir a vidas personales truculentas ni falsamente íntimas (y/o psicoanalizadas por una psicóloga de la que prescindes cuando te sale de la bragueta)! Ese es el gran poder de The Wire: los personajes. Desde el rapero mafioso ¡gay! hasta el policía que ha estado apartado de las calles durante años y que vuelve a la luz con una habilidad extrema para desenmarañar datos ocultos y terjiversados. Absolutamente genial. Poco a poco, vas descubriendo que el alcance de la trama es el de una telaraña que se extiende a áreas más allá de las de la distribución de drogas: política, medios de comunicación... La primera temporada de The Wire establece las bases para, en futuros episodios (que me muero por ver), ir explorando todos y cada uno de los hilos de esta tela de araña. Y, sinceramente, son unas bases sólidas, pétreas... Las bases que tendría que tener cualquier serie que pretenda llegar a unos mínimos de calidad. Que aprendan.

jueves, 30 de octubre de 2008

música. Informe Semanal #01

Lo he estado pensando y repensando... ¿Cómo abordar el tema de la música en este blog sin que se os desprendan las retinas de puro aburrimiento? La respuesta, por ahora, va a ser una especie de Informe Semanal (sin corbatas, sin traje chaqueta, sin gomina ni ralla al lado) en el que os ponga al tanto de mis obsesiones... para aquellos a los que les interesen, claro.


Grand Archives. Lo de Grand Archives (pronunciar como [arcaifs], por favor) empieza a ser una obsesión gorda, a lo grande. Escucho el disco una vez al día... por respeto a mis compañeros de trabajo, a quienes aprecio y, por lo tanto, prefiero que no tengan pesadillas en las que seres deformes les persigan mientras suenan canciones tan bonitas como las del el álbum de debut de Mat Brooke y compañía. Tras abandonar Band of Horses (muy sabiamente, todo hay que decirlo), el proyecto en solitario de Brooke está destinado a estar en las listas de lo mejor del año. Su debut es una montaña rusa que tan pronto te sube a unas nubes etílicas como te da un paseo en el que puedes rozar con la punta de los dedos las dulces aguas de un tranquilo lago nocturno. Vamos: que hay de todos para todos. Desde composiciones de taberna (Crime Window) hasta baladones masculinos de lagrimita (Sleepdriving), pasando por propuestas de pop refinado como la sublime Torn Blue Foam Coach. Y es que esa sería la mejor definición: música pop para hombres. Porque claro que los hombres lloran, pero no es necesario recurrir a la afectación de la Rufus.

Sleepdriving (Album) - Grand Archives


Codebreaker. Lo de Codebreaker, por ahora, tampoco es de largo alcance. Pero todo se andará... siempre que sigan con un paso marcial tan interesante como el que mantienen por ahora. Si no me creéis, dadle al play en el reproductor que está justo debajo de este texto y alucinad con el revival disco que estos chicos hacen en la maravillosa R.I.M.L. (Rythm Is My Life): es disco, sí, pero limando las asperezas horteras y quedándose con el ritmo de bajo sensual, con las voces amplificadas sobre bolas de espejos, con los ritmos imparablemente danceros... Si no te mueves con eso, tienes un problema. Sea como sea, una vez te hayan atrapado con este tema, prueba en el MySpace de la banda para nuevos trallazos disco de la altura de ese Fire al que le pone voces la siempre bienvenida Kathy Diamond (porque no todas las Katys iban a ser unas chonis de cuidado). Lo dicho: se impone seguirles la pista a Codebreaker.

R.I.M.L. - Codebreaker

lunes, 27 de octubre de 2008

Otros blogs, otros mundos


Too cool to be forgotten se pone a punto (a los tres meses, más o menos, de su nacimiento). Para empezar, y en modo "auto bombo", he puesto en la barra lateral una especie de aplicación que permite que los lectores del blog, si es que existen, se hagan "seguidores": Too fan to be forgotten. No sé ni cómo funciona, pero si alguien lo ve y quiere hacerse "seguidor", tanto yo como mi ego se lo agradeceremos tremendamente (porque con esto de los blogs nunca te queda demasiado claro si te están leyendo o no).

Pero dejemos la auto promoción y vayamos a un tipo de promoción mucho más interesante. En la misma barra lateral podeís encontrar Cool sites not to be forgotten. Allí están los enlaces a otros blogs que no deberíais perderos. Algunos los he añadido hace poco: el pajillerismo mental y místico de La Tábula Rasa; My little corners of the world y sus magníficas fotografías; los textos infinitamente bellos de ese Arandolario tan especial; el trabajo de uno de mis ilustradores preferidos en Bert; los cómics y frikismos varios de Blanco y Negro... A los clásicos no hace falta ni que los mencione, ¿no? music4girls es imprescindible y a Te he grabado un CD no hay que perderle la pisto, porque cuando despegue del todo puede ser espectacular. Por lo demás, tengo que destacar las dos nuevas entradas más interesantes:
  • Qué grata sorpresa! Imprescindible a la hora de tomarle el pulso a la escena musical patria ahora que por fin podemos decir que tenemos cosas decentes. Y más que decentes!
  • Hivern. Blog del sello Hivern Discs, con descargas digitales, artworks... y la mejor información, evidentemente.

viernes, 24 de octubre de 2008

libros. William Maxwell: Adiós, buenas noches. Sublime


"Para los escritores de mi generación, esta novela de William Maxwell es el libro que a todos nosotros nos hizo pensar en la necesidad de escribir una novela corta y nos convenció de que podíamos escribirla. ¡Pero qué modelo tan inalcanzable!". Richard Ford
¿Qué quiere decir Richard Ford con estas palabras? Posible transcripción 1: "este libro es la bomba y te va a inspirar tanto si eres escritor como si eres lector". Posible transcripción 2: "si intentas ser escritor y tienes el ego un pelín bajo, mantente a más de un kilómetro de distancia del libro de William Maxwell, porque puede que decidas abandonar tus aspiraciones por los restos de tu vida". Pues será que mi ego de escritor no está tan maltrecho como creía, porque lo cierto es que la lectura de Adiós, Buenas Noches ha sido inspiradora y, sobre todo, arrebatadora. Es una de esas pequeñas grandes novelas que pasan por tus manos en un par de días y se te quedan en la memoria el resto de tu vida.

La historia remite particularmente a otros dos grandes referentes. Para empezar, al maravilloso A Sangre Fría de Truman Capote: ambos diseccionan de forma sublime un crimen en la América profunda y rural, por mucho que Maxwell prefiera una visión más emocional y menos objetiva. La otra mención inevitable es La Biblia de Neón de J.K. Toole, ya que los dos comparten una visión a la altura de los ojos de un niño, aunque la mirada de Maxwell se amplifica al surgir del recuerdo dañado de un anciano: sin dejar claro por qué, el protagonista anuncia desde un principio que todo lo sucedido se quedó prendado de su memoria de forma aleatoria, como se quedan en nuestra memoria muchas vivencias de la infancia.

Y no es que el crimen no tenga importancia: el asesino resulta ser el padre de un amigo fugaz que le reportará un supurante sentimiento de culpa que le sigue punzando en el costado incluso en la vejez. Partiendo de esa mirada, Maxwell estructura un puzzle magistral al que le faltan las piezas que el autor quiere que falten, tal y como en la memoria de todos faltan piezas que no elegimos olvidar. Pese a ello, el escritor se esfuerza por investigar el caso y recrearlo de una forma casi periódistica sin renunciar a la visión emocional. Cuando llegas al punto y final de Adiós, Buenas Noches, dentro de tí se pelearán dos emociones. La primera es la ilusión de que tu abuelo te ha contado una batallita especialmente dulce y apasionante. Y la segunda es que adoras a Libros Del Asteroide por publicar, por fin, la obra de William Maxwell. Y, sobre todo, por hacerlo con unas ediciones infinitamente preciosas (como todas las de esta editorial).


jueves, 23 de octubre de 2008

cómic. Shortcomings - La ecuación Tomine


Leer a Adrian Tomine podría ser una especie de placer culpable: a cada página se te hace imposible dejar de pensar en otros dos pesos pesados del cómic contemporáneo (Chris Ware y Daniel Clowes)... Pero cuando te das cuenta de que no sólo alcanza su estatura, sino que incluso da pequeños y contestatarios saltitos para superarles, no puedes evitar dejarte llevar por la simpatía y la empatía: Tomine debería estar jugando en la misma liga que los otros dos mencionados. Eso, si viviéramos en un mundo justo y bla bla bla. Pero como la justicia empieza por uno mismo, pienso venderos a este autor de la única forma que se me ocurre: dividiéndolo en una ecuación que tenga por resultado a su excelente obra Shortcomings (su primer trabajo largo y lo último que he leído de él).


DANIEL CLOWES... El parecido es evidente: el trazo de Tomine es muy parecido al de Daniel Clowes, restándole las cuotas de frikismo y surrealismo lynchiano con el que el autor de Ghost World a veces adereza sus obras. Las recopilaciones de relatos de Tomine (Sonámbulo y Rubia de Verano, editadas en España por La Cúpula) lo dejan bien claro. El objetivo, además, es similar: dar cuerpo a almas solitarias y emocionalmente autistas.

... + CHRIS WARE... En este caso, las similitudes se remiten al fondo de las obras de ambos autores, a ese gusto compartido por los personajes dañados, cerrados en sí mismos, con problemas para relacionarse con su entorno. Ware a veces recurre a la imaginación exacerbada y colorista para presentar un duro contraste con la realidad de sus personajes. Tomine se queda en lo crudo.

... = ADRIAN TOMINE. Poned todo lo dicho anteriormente al servicio de una historia que explora en diferentes direcciones y obtendréis el magistral Shortcomings (editado ya en España por Random House / Mondadori). Podría parecer, en una lectura superficial, el retrato de cómo esas nuevas generaciones norteamericanas de padres orientales se enfrentan no sólo a su legado, sino a las posibilidades que el país les brinda y a la imposibilidad de una "normalidad" o "neutralidad" a la hora de integrarse en ese entorno. Pero si Shortcomings brilla especialmente es por la genialidad con la que Tomine entrelaza esta reflexión con una historia de desamor que escarba en la herida abierta de los desacuerdos entre pareja y las difíciles relaciones de necesidad y culpabilidad que pueden surgir en estas alianzas amorosas. Tremendo es poco. Hay que leerlo para saber lo que es acabar como si Tomine hubiera soplado en el interior de tu corazón y hubiera dejado, allá, solitaria, una burbuja de aire incómoda pero deliciosa.

miércoles, 22 de octubre de 2008

tv series. Twin Peaks y las falsas epifanías de David Lynch


Supongo que ya está todo dicho sobre Twin Peaks. Pero, después de verla por tercera vez en mi vida (o algo así), no podía dejar pasar la oportunidad de ponerla aquí, en la actualidad, justo al lado de todo un conjunto de series que nos venden como una Época Dorada de la ficción televisiva que es cierta... con ciertos matices. Hace no demasiado que leía cómo Nick Hornby celebraba los diez años de vida de su Alta Fidelidad, plenamente consciente de que es un honor el hecho de que un libro siga vendiéndose (y entendiéndose con pasión) una década después de haber sido escrito. Twin Peaks se emitió en los primeros noventa (¡hace más de quince años!) y verla hoy por hoy sigue siendo una delicia (culpable y alucinada). ¿Podremos decir lo mismo de aquí a quince años de series como Heroes o The Sopranos?


No voy a contestar a esa pregunta, evidentemente (porque la gente se acuerda de lo que dices incluso diez años después). Lo que sí que puedo afirmar es que Twin Peaks no sólo sigue viva, sino vibrante, esperando que entre las mil y una capas que despliega ante tus ojos, encuentres nuevas lecturas o, simple y llanamente, nuevas fuentes de placer. Porque, al fin y al cabo, ese es el punto fuerte de David Lynch: la falsa epifanía intelectual que acaba sucumbiendo a un impacto estético mucho mayor. Perdonad la frase pajillera. Me explico. La propuesta de Lynch, y en esta serie puede apreciarse a la perfección, se basa en un juego de dos movimientos sublimes:

1. Falsa epifanía intelectual. Justo cuando acabas de ver cualquier producción de Lynch, es inevitable dejarse llevar por un subidón en el que siempre exclamas "¡lo entiendo!". Por muy retorcida que sea la trama que el director planta delante de tus ojos, siempre puedes recurrir a conexiones enfermizas y explicaciones rocambolescas para recomponer el puzzle y explicarle a tus colegas que, al fin y al cabo, la historia existe. A la semana, sin embargo, te has olvidado de cómo se ordenaba el puzzle. Es más: te importa un pimiento.

2. Impacto estético duradero. Lo dicho: a la semana, la historia te importa una mierda. Pero sigues recordando mil y un detalles visuales. Ejemplo Twin Peaks: recordarás para la eternidad la mirada de Lady Leño (Catherine E. Coulson), el agente Dennis (David Duchovny) vestido de camarera, "The Black Lodge" con sus cortinas rojas y el enano danzante, Laura Palmer (Sheryl Lee) hablando hacia atrás, los ojos penetrantes de Audrey Horne (Sherilyn Fenn), la omnipresente catarata, el plano final del agente Cooper (Kyle MacLachlan) golpeándose contra el espejo... También puede que recuerdes la descompensación de ritmo entre las diferentes temporadas (en la segunda parte de la segunda temporada se nota un apresuramiento atroz por cerrar las tramas), pero eso es otra historia. Lo que acaba quedándote siempre de David Lynch es, sin duda, su propuesta estética. Porque de ella emana la fascinación de una historia que, contada por otro, sería el colmo de lo tópico. Que aprendan los directores de esta Edad de Oro.

miércoles, 8 de octubre de 2008

cómic. 20th Century Boys en tres tiempos

1. La primera vez que leí 20th Century Boys llegué al número siete y me planté. No porque no me gustara lo que estaba leyendo: parecía que, a diferencia de en su anterior obra (Monster), Naoki Urasawa tenía en sus manos una historia compleja con una cantidad de recovecos impresionante: si aquella era una gran historia alargada hasta lo extenuante mediante arcos que se sumaban aunque no aportaran demasiado a la trama, 20th Century Boys parecía más bien un puzzle endiabladamente repensado que iría montándose pasito a pasito para mantener al lector en un continuo estado de sorpresa. Por aquel entonces me planté porque en Japón llevaban unos 15 tomos publicados y no había final previsible a la vista: yo había cerrado un arco temporal de la trama y por allá iban por el tercer arco. No pintaba demasiado bien... así que decidí dejarlo hasta que la historia tuviera un número de tomos cerrado. Entonces decidiría si merecía la pena o no seguir con ello...


2. La segunda vez que leí 20th Century Boys llegué, aproximadamente, al número 12 (aunque puede que me falle la memoria). Ahí acababa el segundo arco argumental. Parecía que tenía razón: Urasawa sabía lo que tenía entre manos. La historia de Kenji y compañía era vibrante y arrebatadora: un grupo de amigos ve cómo sus juegos de infancia (con sectas que conquistan el mundo, robots gigantes y virus letales incluídos) se empiezan a hacer realidad una vez son adultos. La figura que está detrás de todo parece ser un tal "Amigo" de identidad desconocida (siempre lleva una máscara) que no tardará en poner su mano condescendiente sobre toda la humanidad: es, al fin y al cabo, uno de los malvados más refinados de la historia reciente del manga, sin duda. Aun así, hice un parón porque estaba ligeramente saturado y necesitaba leer otras cosas... y, además, porque Urasawa había continuado la historia después de cerrar un arco temporal que bien podría haber sido el último. Miedo me daban los tomos que quedaban hasta el final...


3. La tercera vez que leí 20th Century Boys me la acabé. Del tirón. Y por mucho que intenté convencerme de que "esto es diferente a Monster", no pude sobreponerme a la impresión final de que Urasawa tiene un serio problema poniendo el broche a sus (excelentes) argumentos: las historias se le escapan de las manos y se escoran en un anticlímax (no deliverado, por lo que puede suponerse). Por si fuera poco, en el caso de 20th Century Boys, el autor quiso responder a las quejas por el final con una miniserie de dos tomos, 21st Century Boys. Pero todos nos preguntamos, ¿para qué? ¿Es necesario alargar dos tomos para dejar sin explicar la mitad de las cosas? ¿Para alargar la escasa épica de un final sin sal? En conclusión, podría decir aquello de que, vale, aunqeu el final esté descafeinado, el viaje ha valido la pena. Y mucho. Pero eso no quita que la siguiente serie de Urasawa (Pluto, que empezará a publicar en breve Planeta de Agostini) sea algo así como "la tercera y última oportunidad" para que nos ponga sobre la lengua una pildorita de felicidad en forma de un final como Dios manda. Si no, no sé yo si habrá cuarta oportunidad.