miércoles, 21 de enero de 2009

cine. Las mejores pelis de 2008

1. 4 meses, 3 semanas, 2 días. 2008 ha sido un año algo apático en lo que a cine se refiere: los supuestos grandes autores americanos (Wes Anderson, P.T. Anderson) han entregado obras desiguales, por no decir menores (e incluso vergonzantes en el caso de Viaje a Darjeeling). Por eso se ha agradecido que, fuera de la atrofiada industria hollywoodiense, otras cinematografías mundiales sean las que han dado el do de pecho. En el caso de 4 meses, 3 semanas, 2 días, Christian Mungiu se lanza a una cruda y necesaria operación a corazón abierto en la que queda al descubierto un pedazo vivo de la historia de Rumanía. Un pedazo malrollista pero vivo y, sobre todo, necesario. Pero que nadie piense en cine social de factura barata: Mungiu construye la espina dorsal del film con una factura documental, sí, pero sin miedo a abordar recursos propios del thriller o, directamente, del terror. ¿Terror social? ¿Thriller documental? Que viva el mestizaje.

2. Lars y una chica de verdad. Señalado el mal estado del cine de autor americano (al menos durante el año pasado), es hora de poner los puntos sobre las íes: el único reducto de cine yanki estimulante parece habitar un género tan denostado como la comedia. Gente como Judd Apatow han demostrado que este género no tiene necesidad de ser bufo ni de recurrir a las flatulencias para desatar carcajadas. Y, lo más importante, han conseguido reavivar la posibilidad del subtexto inteligente, de "hablar" de algo más allá de la excusa argumental. En esta línea se inscribe Lars y una chica de verdad, en la que Craig Gillespie sublima la aparentemente simple historia de un sociópata entrañable que establece una relación con su muñeca hinchable. Sorprende cómo el autor esquiva las posibilidades de abordar el tema a través del chascarrillo y acaba convirtiéndola en un retrato sutil pero poderoso de la era de la incomunicación.

3. Asuntos privados en lugares públicos. Que un autor clásico como Alain Resnais acapare listas en un año como 2008 es sintomático. Y más si tenemos en cuenta que sus Asuntos privados en lugares públicos no podría ser más clásica: no se avergüenza de dejar al aire libre sus costuras teatrales y, sobre todo, en ningún momento pretende mucho más que contar una historia. O, más bien, muchas historias entrecruzadas. Pero Resnais sigue acaparando listas porque bajo la forma correcta y siempre exquisita late un corazón terriblemente humano y real que apela no sólo a la atención del espectador, sino a su sensibilidad. ¿Será que los autores contemporáneos fallan precisamente a la hora de abordar las emociones?

4. La cuestión humana. La conexión franco-alemana ha sido revisada desde múltiples puntos de vista, pero casi siempre partiendo de las heridas creadas durante la II Guerra Mundial. Nicolas Klotz vuelve a meter el dedo en esas heridas, pero en esta ocasión con una intención mucho menos revisionista y mucho más alarmista: establecer nexos de comunión entre las herramientas de productividad capitalistas (francesas o no) y el gusto por la optimización de tareas en el régimen nazi. La realización de Klotz brilla en una deriva exquisita que hace que la trama explote en tu cara casi sin verla venir, con una planificación sublime que te deja con el estómago encogido en esa última escena en la que la poesía (¿no es la poesía imaginación?) nace de una pantalla en negro.

5. Gomorra. Mucho se ha hablado en 2008 de la extraña simbiosis entre cine y documental. A la espera de que en 2009 nos lleguen muchos de los exploradores de esta senda, Matteo Garrone se desmarcó como un artesano de la docu-ficción más sutil. Partiendo del libro-testimonio de Roberto Saviano, Gomorra nunca pretende retratar los entresijos mafiosos de la Camorra italiana (por mucho que le hayan criticado a este parecer). Su intención es, más bien, poner un foco de luz sobre los daños colaterales de esta organización y, sobre todo, mostrar la esquizofrénica convivencia de los dos mundos (mafia y pueblo llano) en un espacio reducido y viciado en el que lo anormal se entiende como cotidiano.

6. Margot y la boda. Noah Baumbach es amiguete de Wes Anderson... y la mención no es fortuita. Porque Margot y la boda (e incluso el antrior y excelente film del director: The squid and the whale) también muestra, sin vergüenza, un gusto excesivo por los personajes excéntricos y por las tramas familiares. Pero, ¡ojo!, a diferencia de su colega, Baumbach sabe que cuatro frikis y cinco chascarrillos no "hacen" una película. Se necesita mucho más. Y ese "mucho más" es lo que tiene Margot y la boda y lo que hace que este film esté en esta lista y no Viaje a Darjeeling. Sin declarar unas pretensiones excesivas (pero también sin sacrificar una forma cuidada y mimada hasta el detalle), Margot y la boda no se conforma con ser el retrato de una familia disfuncional: sin miedo, se adentra en las profundidades inquietantes desde las que nacen la excentricidad. Wes, aprende.

7. Las horas del verano. Siguiendo el gusto de la Nouvelle Vague por el aparente tranche-de-vie, Olivier Assayas compone un film clásico en fondo y forma. Incluso resulta clásica en su voluntad de trascender las temáticas superficiales y poner bajo la lupa tramas más elevadas, más cultas, esquivando la siempre seductora posibilidad de idiotizar al espectador y bajar las pretensiones de lo explicado hasta el nivel de un niño de tres años. A través de una trama inicialmente familiar, Las horas del verano apunta más bien hacia el tema del legado (artístico, sí, pero también emocional), dejando que el espectador se sumerja en lo explicado a través de una realización apacible, dilatada, lo suficientemente lenta para dejar que por los poros del tiempo se filtre la belleza de lo explicado.

8. El incidente. Empiezo a desarrollar una especie de sentimiento de outsider en lo que respecta a la obra de M. Night Shyamalam: detesto las películas que la gente suele adorar (El Sexto Sentido, Señales)... y, por el contrario, suelo hacerme fan instantáneo de los films que la mayoría detesta (El protegido o el mejor trabajo de este director: El bosque). En el caso de El incidente, más de lo mismo. Supongo que es fácil malentender las intenciones de Shyamalam: nunca pretendió mucho más que hacer un film de (su adorada) Serie B. Así que, a aquellos que dicen que no hay profundidad de personajes, que me expliquen en qué Serie B han visto ellos profundidad de personajes. Sea como sea, el director sigue teniendo uno de los pulsos más firmes y una de las imaginerías más ricas a la hora de planificar sus películas. Todo está medido al detalle para conseguir, como en esa Los Pájaros con la que siempre se le compara (para mal), introducir un virus de inquietud en lo cotidiano. Y a fe que lo consigue (siempre que te dejes llevar por la factura de Serie B, claro).

9. Paso de ti. Mencionaba la interesante labor de Judd Apatow al hablar de Lars y una chica de verdad... Pues bien: Paso de ti es la confirmació y la negación de todo lo dicho anteriormente. Puede que su subtexto sea mucho menos rico que el de otras obras de la factoría Apatow (y pienso específicamente en Superbad y en Vírgen a los 40), pero lo que está claro es que su nivel de entretenimiento y comedia está muy pero que muy por encima del listón habitual en este tipo de producciones. Y, sobre todo, alcanza esas cotas sin necesidad de recurrir al humor de sal gorda ni a los chascarrillos políticamente incorrectos. Nicholas Stoller consigue firmar una comedia clásica con lo mejor (y lo peor, pero deliverado) del género actual.

10. Wall-e. Mis amigos siempre podrán echarme en cara que soy un snob porque, varios días depués de salir del cine seguía diciendo que los créditos finales (y en general, un poco, hacia donde deriva al final el argumento) de Wall-e tiraban por tierra los logros iniciales del film. Medio año después, sigo dando motivos para que me llamen snob: mantengo lo dicho. Y es que soy de los que piensan que todas las decisiones de un director a la hora de abordar su film son conscientes e importantes. Incluso los créditos. Por eso sorprende que después de una película para nada convencional (ese arranque anti-narrativo me robó el corazón), la historia acabe escurriéndose hacia la facilidad Disney y subraye ese buenrollismo con unos títulos de crédito de unión hippie entre robots y humanos. Sea como sea, Wall-e sigue siendo una bofetada sonora en la cara de los imitadores de Pixar: este estudio siempre irá por delante.

mención. My blueberry nights + Rebobine, por favor. Estos dos films no están "dentro" de la lista de lo mejor del año pero reciben una "mención" por varios motivos. Para empezar, porque se les ha atacada con una virulencia innecesaria: sí, no son los grandes films que podríamos esperar de sus autores, pero siguen siendo superiores a la media de lo que nos tragamos día sí y día también. Y, sobre todo, porque todo autor pasa por altibajos o, mejor dicho, períodos de evolución y reajuste. No me cabe ninguna duda de que a Wong Kar Wai y a Michel Gondry aún les queda en su haber muchos buenos films por firmar. Pero seamos justos. My blueberry nights es una deliciosa y excéntrica road movie repleta de buenos sentimientos, con grandes aciertos narrativos y estéticos pero lastrada por cierta inercia noventera de la que Wong Kar Wai todavía no ha escapado. Y Rebobine, por favor es un cuento, una pequeña leyenda sin pretensiones argumentales pero deliciosa en su forma. Un respeto, por favor.

2 comentarios:

Hivern Discs dijo...

shyamalan mola, el incidente mola molt tb, totalment d'acord

Anónimo dijo...

Jo, que vergüenza, de toda la lista sólo he visto Wall-e. Y estoy de acuerdo contigo, pero yo no llego ni a los créditos. Para mi la película se tendría que haber acabado cuando EVA deja la tierra, todo el rollo de la nave estropea ese magnífico arranque antinarrativo del que hablas.