viernes, 6 de febrero de 2009

libros. Spanbauer, de fin a principio (más o menos)


El año pasado, por estas mismas fechas, cerraba Ahora es el momento después de un punto y final particularmente intenso. No es anormal que acabe un libro llorando... aunque tampoco es lo más común. Y más allá del sentimentalismo con el que recuerdo aquella lectura, se me quedaron dentro muchas otras impresiones igual de impactantes. Hoy, por estas fechas, acabo de cerrar El hombre que se enamoró de la luna y todo ha vuelto a mi mente, como cuando un olor antiguo te obliga a rescatar memorias perdidas. Por todo eso, me dispongo a destripar a Spanbauer del fin (Ahora es el momento), ya que es su último libro publicado, hasta el principio (El hombre que se enamoró de la luna)... Y he añadido ese "más o menos" en el título de este post porque, a poco que alguien investigue, podrá decirme que El hombre que se enamoró de la luna no es el primer libro de este autor. Muy bien, tenéis razón. Pero sólo han pasado por mis manos estos dos (por ahora), así que ya complementaremos el itinerario en la carrera de Spanbauer a medida que vaya quemando las lecturas que me faltan.

FIN. Ahora es el momento. O cómo dejar claro por qué eres "el maestro". Aquí es necesario hacer un inciso para una puntualización vital: Tom Spanbauer, además de escritor, es profesor y capitoste de lo que él mismo bautizó como Dangerous Writing. Es esa escritura peligrosa una especie de proceso de terapia para el propio escritor, potenciando el minimalismo a la hora de narrar temas que causan miedo o vergüenza en quien escribe. En el libro de estilo de esta escuela destaca la utilización de "caballos" o conceptos (y/o frases) recurrentes que se repiten una y otra vez. ¿Os suena todo lo dicho? ¿Especialmente lo de los "caballos"? Sí señor: Chuck Pahlaniuk es probablemente su discípulo más afamado. Pero, repito, leer Ahora es el momento deja claro por qué Spanbauer es "el maestro". Básicamente, porque lo que en Pahlaniuk acaba por aburrir e irse por las ramas más inverosímiles, en manos del profesor se convierte en una bella herramienta de cristal. Y es que Spanbauer es, ante todo, transparente a la hora de exponer la emocionante y emotiva historia de ese Rigby John Klusener que empieza y acaba el libro en el mismo sitio y en el mismo tiempo. En medio, toda su infancia y adolescencia narrada en primera persona: una historia de cómo el auto conocimiento puede separarte de tu entorno o, dicho en palabras inversas, de cómo tu entorno puede desear apartarte de tí mismo... obligándote al drama para acabar siendo quien eres. Pura America rural subvirtiendo (o dejando al descubierto lo que se intuye en) La Biblia de Neón de JK Toole. Y todo con una transparencia que pone las vivencias de Rigby John a la altura de tus ojos, nunca por encima ni por debajo. Será por eso que quien lo lee no puede evitar acabar con esos mismos ojos empañados en lágrimas.

PRINCIPIO. El hombre que se enamoró de la luna. Una vez leído Ahora es el momento, en El hombre que se enamoró de la luna es inevitable ir tropezando con ciertos vicios que, se nota, Spanbauer ha ido puliendo con el paso del tiempo. Y es que el segundo libro de este autor (el primero es Lugares Remotos) peca, precisamente, de elevar unos palmos no sólo la altura de los ojos de sus protagonistas, sino la del propio escritor y (pretendidamente) la del lector. La trama se ve salpicada de un misticismo algo excesivo que hace que el libro aterrice en las peligrosas aguas pantanosas del realismo mágico... Pero, sorprendentemente, y pese a este pequeño lastre, Spanbauer sale del embolado con nota. Incluso con nota de excelente (de 8.5 que el profesor decide subir porque le cae bien el alumno). Y todo gracias a su espectacular capacidad para abrir el pecho de sus personajes y dejar al descubierto sus entrañas de la forma más dulce y sutil, mientras los maneja con hilos invisibles a través de una trama que parece que va a estallar visualmente en cualquier momento. El hombre que se enamoró de la luna supura un magnetismo ineludible, de tal forma que es inevitable acabar prendado de esta historia que, precisamente, pone especial mimo sobre la figura del cuenta cuentos, a la pericia de narrar. La naturalidad con la que viven sus vidas Cobertizo, Alma Hatch, Dellwood Barker e Ida Richilieu, en contraposición a esa América rural omnipresente en Spanbauer, está abocada al drama (en una estructura, narrada en primera persona por el mismo Cobertizo, excesivamente parecida a la de Ahora es el momento). Y aunque el autor resuelve la trama con sucesivos zarpazos de pesimismo, el lector se encontrará, al final del camino, con el corazón encendido: Spanbauer consigue, sin aspavientos ni subrayados, que te pongas del lado de sus protagonistas. Que te pongas del lado de aquellos que (una vez más) son quienes son, sin emportarles el medio que les rodea.

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