miércoles, 21 de enero de 2009

cine. Las mejores pelis de 2008

1. 4 meses, 3 semanas, 2 días. 2008 ha sido un año algo apático en lo que a cine se refiere: los supuestos grandes autores americanos (Wes Anderson, P.T. Anderson) han entregado obras desiguales, por no decir menores (e incluso vergonzantes en el caso de Viaje a Darjeeling). Por eso se ha agradecido que, fuera de la atrofiada industria hollywoodiense, otras cinematografías mundiales sean las que han dado el do de pecho. En el caso de 4 meses, 3 semanas, 2 días, Christian Mungiu se lanza a una cruda y necesaria operación a corazón abierto en la que queda al descubierto un pedazo vivo de la historia de Rumanía. Un pedazo malrollista pero vivo y, sobre todo, necesario. Pero que nadie piense en cine social de factura barata: Mungiu construye la espina dorsal del film con una factura documental, sí, pero sin miedo a abordar recursos propios del thriller o, directamente, del terror. ¿Terror social? ¿Thriller documental? Que viva el mestizaje.

2. Lars y una chica de verdad. Señalado el mal estado del cine de autor americano (al menos durante el año pasado), es hora de poner los puntos sobre las íes: el único reducto de cine yanki estimulante parece habitar un género tan denostado como la comedia. Gente como Judd Apatow han demostrado que este género no tiene necesidad de ser bufo ni de recurrir a las flatulencias para desatar carcajadas. Y, lo más importante, han conseguido reavivar la posibilidad del subtexto inteligente, de "hablar" de algo más allá de la excusa argumental. En esta línea se inscribe Lars y una chica de verdad, en la que Craig Gillespie sublima la aparentemente simple historia de un sociópata entrañable que establece una relación con su muñeca hinchable. Sorprende cómo el autor esquiva las posibilidades de abordar el tema a través del chascarrillo y acaba convirtiéndola en un retrato sutil pero poderoso de la era de la incomunicación.

3. Asuntos privados en lugares públicos. Que un autor clásico como Alain Resnais acapare listas en un año como 2008 es sintomático. Y más si tenemos en cuenta que sus Asuntos privados en lugares públicos no podría ser más clásica: no se avergüenza de dejar al aire libre sus costuras teatrales y, sobre todo, en ningún momento pretende mucho más que contar una historia. O, más bien, muchas historias entrecruzadas. Pero Resnais sigue acaparando listas porque bajo la forma correcta y siempre exquisita late un corazón terriblemente humano y real que apela no sólo a la atención del espectador, sino a su sensibilidad. ¿Será que los autores contemporáneos fallan precisamente a la hora de abordar las emociones?

4. La cuestión humana. La conexión franco-alemana ha sido revisada desde múltiples puntos de vista, pero casi siempre partiendo de las heridas creadas durante la II Guerra Mundial. Nicolas Klotz vuelve a meter el dedo en esas heridas, pero en esta ocasión con una intención mucho menos revisionista y mucho más alarmista: establecer nexos de comunión entre las herramientas de productividad capitalistas (francesas o no) y el gusto por la optimización de tareas en el régimen nazi. La realización de Klotz brilla en una deriva exquisita que hace que la trama explote en tu cara casi sin verla venir, con una planificación sublime que te deja con el estómago encogido en esa última escena en la que la poesía (¿no es la poesía imaginación?) nace de una pantalla en negro.

5. Gomorra. Mucho se ha hablado en 2008 de la extraña simbiosis entre cine y documental. A la espera de que en 2009 nos lleguen muchos de los exploradores de esta senda, Matteo Garrone se desmarcó como un artesano de la docu-ficción más sutil. Partiendo del libro-testimonio de Roberto Saviano, Gomorra nunca pretende retratar los entresijos mafiosos de la Camorra italiana (por mucho que le hayan criticado a este parecer). Su intención es, más bien, poner un foco de luz sobre los daños colaterales de esta organización y, sobre todo, mostrar la esquizofrénica convivencia de los dos mundos (mafia y pueblo llano) en un espacio reducido y viciado en el que lo anormal se entiende como cotidiano.

6. Margot y la boda. Noah Baumbach es amiguete de Wes Anderson... y la mención no es fortuita. Porque Margot y la boda (e incluso el antrior y excelente film del director: The squid and the whale) también muestra, sin vergüenza, un gusto excesivo por los personajes excéntricos y por las tramas familiares. Pero, ¡ojo!, a diferencia de su colega, Baumbach sabe que cuatro frikis y cinco chascarrillos no "hacen" una película. Se necesita mucho más. Y ese "mucho más" es lo que tiene Margot y la boda y lo que hace que este film esté en esta lista y no Viaje a Darjeeling. Sin declarar unas pretensiones excesivas (pero también sin sacrificar una forma cuidada y mimada hasta el detalle), Margot y la boda no se conforma con ser el retrato de una familia disfuncional: sin miedo, se adentra en las profundidades inquietantes desde las que nacen la excentricidad. Wes, aprende.

7. Las horas del verano. Siguiendo el gusto de la Nouvelle Vague por el aparente tranche-de-vie, Olivier Assayas compone un film clásico en fondo y forma. Incluso resulta clásica en su voluntad de trascender las temáticas superficiales y poner bajo la lupa tramas más elevadas, más cultas, esquivando la siempre seductora posibilidad de idiotizar al espectador y bajar las pretensiones de lo explicado hasta el nivel de un niño de tres años. A través de una trama inicialmente familiar, Las horas del verano apunta más bien hacia el tema del legado (artístico, sí, pero también emocional), dejando que el espectador se sumerja en lo explicado a través de una realización apacible, dilatada, lo suficientemente lenta para dejar que por los poros del tiempo se filtre la belleza de lo explicado.

8. El incidente. Empiezo a desarrollar una especie de sentimiento de outsider en lo que respecta a la obra de M. Night Shyamalam: detesto las películas que la gente suele adorar (El Sexto Sentido, Señales)... y, por el contrario, suelo hacerme fan instantáneo de los films que la mayoría detesta (El protegido o el mejor trabajo de este director: El bosque). En el caso de El incidente, más de lo mismo. Supongo que es fácil malentender las intenciones de Shyamalam: nunca pretendió mucho más que hacer un film de (su adorada) Serie B. Así que, a aquellos que dicen que no hay profundidad de personajes, que me expliquen en qué Serie B han visto ellos profundidad de personajes. Sea como sea, el director sigue teniendo uno de los pulsos más firmes y una de las imaginerías más ricas a la hora de planificar sus películas. Todo está medido al detalle para conseguir, como en esa Los Pájaros con la que siempre se le compara (para mal), introducir un virus de inquietud en lo cotidiano. Y a fe que lo consigue (siempre que te dejes llevar por la factura de Serie B, claro).

9. Paso de ti. Mencionaba la interesante labor de Judd Apatow al hablar de Lars y una chica de verdad... Pues bien: Paso de ti es la confirmació y la negación de todo lo dicho anteriormente. Puede que su subtexto sea mucho menos rico que el de otras obras de la factoría Apatow (y pienso específicamente en Superbad y en Vírgen a los 40), pero lo que está claro es que su nivel de entretenimiento y comedia está muy pero que muy por encima del listón habitual en este tipo de producciones. Y, sobre todo, alcanza esas cotas sin necesidad de recurrir al humor de sal gorda ni a los chascarrillos políticamente incorrectos. Nicholas Stoller consigue firmar una comedia clásica con lo mejor (y lo peor, pero deliverado) del género actual.

10. Wall-e. Mis amigos siempre podrán echarme en cara que soy un snob porque, varios días depués de salir del cine seguía diciendo que los créditos finales (y en general, un poco, hacia donde deriva al final el argumento) de Wall-e tiraban por tierra los logros iniciales del film. Medio año después, sigo dando motivos para que me llamen snob: mantengo lo dicho. Y es que soy de los que piensan que todas las decisiones de un director a la hora de abordar su film son conscientes e importantes. Incluso los créditos. Por eso sorprende que después de una película para nada convencional (ese arranque anti-narrativo me robó el corazón), la historia acabe escurriéndose hacia la facilidad Disney y subraye ese buenrollismo con unos títulos de crédito de unión hippie entre robots y humanos. Sea como sea, Wall-e sigue siendo una bofetada sonora en la cara de los imitadores de Pixar: este estudio siempre irá por delante.

mención. My blueberry nights + Rebobine, por favor. Estos dos films no están "dentro" de la lista de lo mejor del año pero reciben una "mención" por varios motivos. Para empezar, porque se les ha atacada con una virulencia innecesaria: sí, no son los grandes films que podríamos esperar de sus autores, pero siguen siendo superiores a la media de lo que nos tragamos día sí y día también. Y, sobre todo, porque todo autor pasa por altibajos o, mejor dicho, períodos de evolución y reajuste. No me cabe ninguna duda de que a Wong Kar Wai y a Michel Gondry aún les queda en su haber muchos buenos films por firmar. Pero seamos justos. My blueberry nights es una deliciosa y excéntrica road movie repleta de buenos sentimientos, con grandes aciertos narrativos y estéticos pero lastrada por cierta inercia noventera de la que Wong Kar Wai todavía no ha escapado. Y Rebobine, por favor es un cuento, una pequeña leyenda sin pretensiones argumentales pero deliciosa en su forma. Un respeto, por favor.

martes, 20 de enero de 2009

cómic. Los mejores cómics de 2008


1. Too cool to be forgotten. ¿Estaba cantado que este iba a ser mi cómic del año? Que nadie lo dé por supuesto, porque la verdad es que las ha pasado un poco putas a la hora de mantener el tipo delante de los dos siguientes puestos. Pero es que, al fin y al cabo, la emotivamente explosiva trama de Alex Robinson, planteada desde la transparencia y la (aparente) sencillez, se queda en tu memoria por muchos meses que pasen. La confirmación de Robinson como mucho más que un autor freak y generacional.


2. Percy Gloom. Y, hablando de explosividad emocional, es imprescindible poner en su sitio a este Percy Gloom que, tristemente, ha pasado bastante desapercibido. La obra de Cathy Malkasian conjuga una trama repleta de sentimientos agridulces con un dibujo y una planificación de página rayana a la poesía (que no a la fantasía). Las correrías del Percy Gloom del título son todo una enseñanza a recordar en los días que amanecen con el cielo encapotado (sin desencapotador a mano).


3. Lost Girls. El abordaje de las costas narrativas más sensuales por parte de Alan Moore y su señora (Melinda Gebbie) se salda con una masacre presentada en el envoltorio más atractivo. Y es que Lost Girls no es tan inocuo como podría aparentar su (bella hasta decir basta) apariencia: bajo la superficie multicolor late un artefacto a punto de estallar en el que se subvierten muchos mitos contemporáneos pasándolos por el tamiz del sexo. Puro y placentero onanismo comiquero (bien entendido).


4. Shortcomings. Adrian Tomine entrega su primer trabajo "largo" después de ponernos los dientes largos con sus recopilaciones de historias cortas. Y no sólo nos lo "entrega", sino que realmente "sublima" todo lo que podíamos esperar de él: una trama en la que lo social y lo racial es un mac-guffin sin importancia, una excusa para lanzarse a temas más interesantes (e incómodos) como los entresijos de cualquier pareja en proceso de desintegración y auto-destrucción.


5. Fun Home. Sorprende, de entrada, que la autora de Unas bollos de cuidado se desmarque del cómic lésbico precisamente dinamitando fronteras y explorando nuevos territorios en los que la opción sexual es un dato más de todo un torrente de información que escarba hacia abajo, hacia las profundidades menos conformistas. Imposible no rendirse ante su retrato de un entorno familiar disfuncional y, sobre todo, bajo las pinceladas entre el cariño y el odio (silencioso) con las que traza la silueta de su padre.


mención. Krazy & Ignatz. Sólo he leído dos de los muchos tomos en los que se ha empezado a recopilar todo el material en el que Herriman exploró las posibilidades de la tira diaria mediante este gato y esta rata que habitan un micro-cosmos en el que es fácil identificar otro macro-cosmos mucho más extenso (el americano, el mundial). Por momentos, es fácil criticar la simplicidad con la que se abordan ciertas ínfulas intelectualoides. Pero, ¡señores!, que mucho de este material tiene más décadas en sus espaldas que algunos de nuestros abuelos...

lunes, 19 de enero de 2009

libros. Los mejores libros de 2008 (clásicos)


1. Crimen y Castigo. Fue el cúlmen de "Mi Verano Ruso"... y debería ser el cúlmen de uno de los veranos de la vida de cualquier lector que se precie de medianamente curioso. La pericia de Fiodor Dostoievski para la transparencia narrativa deja en pañales cualquier intento de la literatura contemporánea de quitarse de encima los vicios de estilo barroco. La trama es apasionante y, lo que es más importante, los dilemas humanos que laten en cada una de sus letras siguen siendo vigentes. ¿Hay algo más que se le pueda y se le deba pedir a un libro?


2. Matadero 5. ¿Un clásico de la ciencia ficción? ¡Será para los cortos de miras! El manuscrito de Kurt Vonnegut trasciende las fronteras del género para desparramarse hacia cotas literarias mucho más amplias... y elevadas. Extrayendo lo mejor de la narración como zapping, con saltos temporales incluídos, el autor construye un intrincado pero apasionado puzzle en el que el lector nunca se siente desorientado. Más bien se siente ansioso de desenmarañar lo explicado.


3. El ruido y la furia. Debo reconocer que me costó entrar en El ruido y la furia. El primero de los tres segmentos que componen el libro es, cuando menos, desconcertantemente opaco. Pero al aterrizar en la segunda parte, no sólo entiendes que esa opacidad responde a los designios del autor... sino que, además, son la mejor forma de introducirte en una historia tan sumamente podrida como la narrada. Al finiquitar el tercer segmento, no te queda más remedio que reverenciar la pericia de Faulkner a la hora de hacer un retrato generacional nada típico ni benevolente.

miércoles, 14 de enero de 2009

libros. Los mejores libros de 2008 (novedades)


1. La Carretera, de Cormac McCarthy. Un puñetazo directo a la boca del estómago, tanto en forma como en fondo. McCarthy no sólo realiza una parábola bellísima (en la acepción clásica del término, en la que belleza y muerte van estrechamente ligadas) sobre el miedo del ser humano al "fin del mundo" y a "lo desconocido" (a verse arrojado a un entorno en el que pasan sucesos truculentos de los que no sabes el motivo); sino que, además, la envuelve con una forma seca, cortante... capaz de crearte un vacío en el estómago y quedarse allá, viviendo, para el resto de tu vida.


2. Ahora es el momento, de Tom Spanbauer. Hay libros que te impactan por su evidente trabajo, sus tramas intricadas, sus personajes complicadísimos, su forma cuidadísima... Y hay libros, como Ahora es el momento de Spanbauer, que se te enganchan a la memoria por todo lo contrario: por su transparencia absoluta (que, en ocasiones, implica un trabajo mayor que el primer caso). Y es que la transparencia es lo mejor a la hora de tratar con emociones tan primarias como las de la historia de ese Rigby John que no sólo descubre su sexualidad, sino también su desgarrador sentimiento de no pertenencia ni al lugar ni a la familia que le vio nacer.


3. El Sindicato de Policía Yiddish, de Michael Chabon. Ya lo dije en este mimo blog: Chabon es uno de los autores vivos más interesantes del nuevo panorama americano. Siempre escribiendo a través de sus propias constantes (la cuestión judía, la cuestión homosexual...), el escritor consigue explorar y ampliar el horizonte del thriller noir literario pasando por la novísima fantasía yiddish. ¿Una mezcla explosiva? ¡Y mucho más! Porque lo mejor es que Chabon nunca se pierde ni en tramas ni en ambientes: el fondo de sus personajes, supurantes de humanidad y ternura, son los que convierten sus libros en ejercicios magistrales.


4. Adiós, hasta mañana, de William Maxwell. Otro ejemplo de cómo la transparencia es algo que, a la hora de escribir, puede abrirte las puertas de una historia aparentemente simple. Como la vida misma. Con bastantes puntos de contacto precisamente con el libro de Spanbauer, Adiós, hasta mañana es un relato que hace de su falta de pretensiones un arma de tonelaje poderoso.


5. The Complete Polysyllabic Spree, de Nick Hornby. Creo que Hornby es el autor que más menciono cuando hablo y escribo. Por algo será: sus opiniones suelen ser tan claras que abren mentes. Y un libro como este, en el que expone su opinión sobre lo que va leyendo, era lo último que necesitaba para ampliar las fronteras de mi mito Hornby particular.

viernes, 9 de enero de 2009

música. Los mejores discos de 2008


1. Portishead - Third. Hablar de Portishead se está convirtiendo, en estas semanas, en una especie de bucle. No sólo toca comentar en qué posición están en TODAS las listas, sino que, además, es la segunda vez que escribo para ponerlos en un primer puesto. Inevitable que la cúspide de mi lista y la de music4girls coincidan. Pero es que no había ninguna duda: Third es el disco del año. Porque ha revitalizado un panorama musical anual algo decaído. Porque ha hecho que una banda por la que nadie daba un duro a día de hoy recupere el prestigio y supere el que ya obtuvo a finales de los noventa. Y, sobre todo, porque cada vez que lo escucho la piel se me eriza minuto sí, minuto también.
CANCIÓN: Small


2. Grand Archives - Grand Archives.
Sigo preguntándome el motivo por el que todo el mundo se ha olvidado de Grand Archives en las listas. Su debut homónimo es uno de esos discos que, como los mejores de Iron & Wine (por hacer un símil no demasiado justificado estilísticamente), se va aposentando poquito a poco en la base de tu corazón. Porque habrá canciones con coros borrachos e hiper-masculinizados (The Crime Window), pero lo que hace Mat Brooke es pop para hombres. Para hombres, eso sí, que no temen pedir prestado un kleenex para echar unas lagrimitas al escuchar temas como Torn Blue Foam Coach o Sleepdriving.
CANCIÓN: Sleepdriving


3. Glasvegas - Glasvegas. Y seguimos con la justicia poética. ¿Qué tipo de castigo le han inflingido a Glasvegas por ser adorados por NME? ¿Desterrarlos de los medios más "serios" (sic)? Sea como sea, si tuviera que elegir la canción que más he escuchado este año, esa sería sin duda It's my own cheating heart that makes me cry. Venga, recurramos a lo de siempre: Phil Spector meets Jesus & Mary Chain y bla, bla, bla. Lo hemos escuchado mil veces. Pero lo más importante es que, en un año bastante normalito, estos chicos de Glasgow han bautizado un sonido, si no nuevo, al menos bastante impactante. Y lo que es mejor: el disco no se queda en promesas. Son hechos... y lágrimas y épica y megalomanía y drama. ¿Qué más puedo pedir?
CANCIÓN: It's my own cheating heart that makes me cry.


4. Black Kids - Partie Traumatic. Black Kids también han sido maltratados por las listas anuales... Pero esto ya me lo esperaba. ¿Pop con ínfulas mainstream en un medio serio? ¡Ni hablar! Sin embargo, Partie Traumatic es un disco que no te cansas de escuchar y que, pasados los meses, sigue sonando fresco y vitaminado. Y eso sin necesiadad de aditivos: sólo melodías pegadizas, estribillos arrebatadores y letras simples pero apasionadas. Tan simple como el amor. Tan simple como el pop.
CANCIÓN: Hurricane Jane


5. Bon Iver - For Emma, forever ago. Justin Vernon se puso Bon Iver por puro choteo, como cachondeo con el Buen Invierno francés. Pero su maravilloso For Emma, forever ago te lo puedes tomar de mil formas... menos en broma. Como un buen disco de Iron & Wine (¡ahora sí!), es música que parece sonar desde debajo de una hoguera que calienta una cabaña solitaria en el bosque. Perfecto para el mal de amores y para días en los que al cielo gris le da por llorar.
CANCIÓN: Creature Fear


6. Bonnie 'Prince' Billy - Lie down in the light. ¿Cómo? ¿Bonnie 'Prince' Billy en el puesto seis de una lista de Raül? ¿Ha perdido el juicio? No señores, nada de eso. Lo que pasa es que uno puede ser fan (fatal) de Will Oldham... pero sigue teniendo criterio. Y es que en la memoria pesan las bondades de esa obra magna que es The Letting Go. Así que Lie down in the light sirve para afirmar lo que siempre he dicho: que me gusta este hombre porque cada uno de sus discos se corresponde con un estado de ánimo que puedo tener en mi día a día. En este caso, la serenidad que crece en el estómago antes de que caiga el sol en el horizonte. Liviano y sin pretensiones.
CANCIÓN: For every field there is a mole


7. Air France - No way down. En mi opinión, este ha sido el año de Suecia (y de Australia, vale). De allí están saliendo un buen puñado de bandas dispuestos a renovar la escena pop. De entre todas, me quedo con Air France y su No way down, un mini-LP repleto de canciones que planean suavemente hacia el horizonte y te permiten bailar con los ojos cerrados y carita de pena.
CANCIÓN: No excuses


8. Larry Jon Wilson - Larry Jon Wilson. ¿Por qué no ha acabado de despegar Larry Jon Wilson, con las excelentes referencias que tiene? Podría habérsele nombrado heredero directo de Johnny Cash. Pero, sin embargo, su disco homónimo ha sido ignorado. Y con ello, me da por pensar que mucha gente se ha perdido la oportunidad de pensar que las botas de cowboy le quedarían estupendamente en un porche americano, mirando el horizonte silvestre. De eso va Larry Jon Wilson. Y eso te has perdido si no lo has escuchado todavía.
CANCIÓN: Shoulders


9. Okkervil River - The Stand Ins. La "extensión" del magnífico The Stage Names tiene entidad suficiente no sólo para ser considerado algo más que una "extensión", sino también para encabezar listas de lo mejor del año. Okkervil River siguen explorando el pop desde las raices y los toques que algunos se aventurarían a llamar "country". Sea como sea, The Stands Ins es una pequeña gran montaña rusa que te lleva arriba (Lost Coastlines, Pop Lie) y abajo (On tour with Zykos) y te deja con un vacío en el estómago que sólo se cura con futuras escuchas.
CANCIÓN: On tour with Zykos.


10. Mount Eerie - Lost Wisdom. Phil Elvrum nos tiene acostumbrados a la sorpresa: sus discos no se circunscriben a ningún género concreto y salta de un sonido a otro con la facilidad con la que tú te cambias de camiseta. Lo último es un disco que desnuda (más, si cabe) el término acústico y, acompañado de guitarra y la dulce voz de Julie Doiron, desgrana 10 temas calientes como una carbón que se está apagando entre las brasas. Lost Wisdom pasa como un suspiro... Pero se te queda dentro como un gas tóxico.
CANCIÓN: If we knew...


11. Ra Ra Riot - The Rhumb Line. Serían los sucesores de Arcade Fire si estuvieran recibiendo la atención mediática que se merecen. Pero da igual: nos gustan los secretos. Y Ra Ra Riot seguirán siendo un secreto hasta que alguien ponga alguno de sus temazos (Ghost under rocks, Dying is fine) en un anuncio de televisión. Hasta entonces, disfrutemos de su gusto por la épica munti-instrumental mucho mejor entendida (y ordenada) que Los Campesinos! Eso sí: parada necesaria en la melancólica Winter '05.
CANCIÓN: Ghost under rocks


12. Sons & Daughters - This Gift. Llegó demasiado pronto (en 2007 ya teníamos el disco!), pero las bondades de This Gift son tan generosas que el álbum sigue vivito y coleando casi un año y medio después. La aventura más "comercial" de Sons & Daughters pasa el examen NME con notable alto, rozando el excelente. This Gift contiene un puñado de hits en potencia que se van desplegando como puñetazos y patadas en una pelea en medio de la pista de baile. Una pista de baile de madera, claro. Que cruje. Que está viva.
CANCIÓN: Darling


13. Esau Mwamwaya & Radioclit - The Very Best Mixtape. ¿Hype de la temporada a rebufo de la fascinación levantada por grupos como Vampire Weekend o El Guincho? Más bien al revés: mucho tienen que aprender grupos como el mencionado del affair incestuoso entre este cantante africano (Mwamwaya) y el colectivo de productores Radioclit. Aquí no hay género ni fidelidad: a la hora de versionar temazos ajenos, no hacen ascos ni al indie (Architecture in Helsinki, M.I.A.) ni al mainstream (Michael Jackson, The Beatles). Todo cabe en estas versión frescas y revitalizantes.
CANCIÓN: Wena.


14. Scott Matthew - Scott Matthew. Mucho me he pensado y repensado poner este disco en la lista de lo mejor del año. Si nos guiamos por la atención que ha recibidio, no debería. Pero si pienso en que es uno de los discos que más he escuchado (pasen los meses que pasen sigo escuchándolo), en las emociones que levanta por debajo de mi piel... Está claro. Merece estar en esta lista. Porque las torch songs de Matthew son deliciosas y delicadas. Porque su debut homónimo es, con la mejor de las acepciones, precioso.
CANCIÓN: Abandoned


15. The Dutchess & The Duke - She's the Dutchess, He's the Duke. No hay mejor forma de cerrar una lista que con una "última adquisición". Hace relativamente poco que escucho a The Dutchess & The Duke... pero este tiempo ha estado repleto de sesiones intensas. Como si The Magic Numbers hubieran escuchado más a The Rolling Stones que a The Beatles, She's the Dutchess, He's the Duke practica rock desde la desnudez del folk y desde la pericia pluscuamperfecta para los coros y estribillos arrebatadores.
CANCIÓN: Reservoir Park


(mención especial) High Places - High Places. ¿Mención especial? ¿Por qué? ¿Para hacerme el interesante y meter un álbum que sale en el resto de listas? La cuestión es que hace un mes y algo que escucho el debut de High Places... y, aunque sigo enganchado a su propuesta esquizoide e hipnótica, todavía no me ha llegado tan profundamente como el resto de discos que sí que están en esta lista. Puede que, de aquí a un mes, me arrepienta de no haberlo puesto entre los cinco primeros. O puede que me arrepienta incluso de haberle dado una mención especial. ¿Quién sabe?
CANCIÓN: Vision's the first...