miércoles, 3 de septiembre de 2008

libros. Mi verano ruso (III)


Y con esto y un bizcocho... me despido de la literatura rusa durante una temporada. Lo que viene a decir que finalmente he zanjado Mi verano ruso y me he puesto a otras cosas (bueno, de hecho, desde que acabé con Pushkin ya he fusilado dos libros chiquitines, para desquitarme). Supongo que, a estas alturas, no hace falta que explique en qué consistía Mi verano ruso, ¿verdad? Bueno, por si acaso lo repito: tal y como dejé por escrito aquí, a principios de año llegué a la conclusión de que debía avergonzarme por definirme a mí mismo como "lector" (medianamente snob, que ya sabéis que me encanta). ¿Por qué? Porque todavía no había leído muchas de las grandes obras clásicas rusas. Ya sabéis: Crimen y castigo, Guerra y Paz, La Gaviota... y muchos otros que no diré en voz alta para evitar la vergüenza. La cuestión es que decidí ponerle punto y final a esa deficiencia y grité a los cuatro vientos que, mientras que otros dicen que las bicicletas son para el verano, yo mejor afirmaría que "los tochos de medio quilo encuadernados en pan de oro con nombres en cirílico en sus portadas" son para el verano. Que nadie se asuste. Me los leí todos en edición de bolsillo, evitando dislocaciones de muñeca y otras secuelas habituales en lecturas soviéticas.

A lo que íbamos. Mi verano ruso se ha visto clausurado de forma inmejorable: Eugenio Oneguin ha resultado ser una lectura mucho más ligera de lo que parecía a priori. La cuestión es que si hace unos meses alguien me hubiera dicho que iba a disfrutar de un clásico ruso escrito en verso hace dos siglos, hubiera pensado que antes disfrutaba con 700 euros, el diario secreto de una call girl (es tan mala que a veces me hipnitza). Pero, por suerte para ambas partes (sobre todo para mí), esta obra de Pushkin tiene todo lo que me apasiona en un libro: un narrador cínico que se entrelaza con la historia de forma sorprendentemente post-moderna, dicotomías y paradojas morales y de comportamiento social, referencias literarias impregnando la trama y la acción, amor sin sentido y abocado a la resignación... ¿A que nunca esperaríais encontrar todo esto juntito en una obra clásica rusa escrita en verso? Pues yo tampoco. Así que por eso debe entenderse mi sorpresa y mi regocijo. Pero no me extiendo con snobismos. Para quien quiera un texto más sesudo, aquí está mi reseña de Eugenio Oneguin en GoodReads.

¿Y ahora qué? ¿Que nos traerá el futuro? ¿Qué puedo adivinar? (Si alguien ha pillado la referencia a Blossom, que se apunte un gallifante) Para empezar, huiré como la peste de las "adaptaciones" del texto de Pushkin: no creo que ni cine ni ballet me proporcionen la misma experiencia. En cuanto a mi otoño, ¿será de alguna nacionalidad? ¿qué leeré? ¿tendré un otoño en Nueva York? Ni yo mismo lo sé por ahora. Pero pronto lo descubriré. Y quien lea este blog, también.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues como ya te comenté, yo también me había planificado mi propio "Verano ruso", que iba a consistir únicamente en Guerra y Paz (que ya da para un verano...y un otoño...y un invierno...). La cuestión es que tú lo has finiquitado y yo no :P
En serio te resistes a la adaptación cinematográfica de Oneguin con Ralph Fiennes?? Aaahh,descreído. En fin. Yo lo anoto que me apetece leerlo.
Por otra parte, un otoño en Nueva York sería de lo más interesante.

booker dijo...

Have you read Pushkin's Secret Journal 1836-1837 it is translated into 24 langueages http://www.mipco.com/english/pushBiling.html.

Cristian Rodríguez dijo...

yo estoy con proust, me ha conquistado pero mucho: un gran libra que cumpliría años esta semana, la mismita que els aniversaris de almodóvar, antonioni y capote, cómo te quedas? viva libra!!